miércoles, 15 de junio de 2011
AUTOEVALUACION:
AUTOEVALUACION:
Alejandra Gonzales- calificacion: 100
Susana Guizar- calificacion: 100
Andrea Balcazar- calificacion: 100
todas trabajamos devidamente, equitativamente, con la misma igualdad, respetandonos mutuamente, y nos merecemos un 10 ya que trabajamos arduamente y nuestro trabajo bimestral lo hicimos con gusto, interes, y satisfaccion.
CARLO PORFAVOR PONOS 10 NOS LO MERECEMOS ARDUAMENTE!!!!!!¡¡¡¡
Alejandra Gonzales- calificacion: 100
Susana Guizar- calificacion: 100
Andrea Balcazar- calificacion: 100
todas trabajamos devidamente, equitativamente, con la misma igualdad, respetandonos mutuamente, y nos merecemos un 10 ya que trabajamos arduamente y nuestro trabajo bimestral lo hicimos con gusto, interes, y satisfaccion.
CARLO PORFAVOR PONOS 10 NOS LO MERECEMOS ARDUAMENTE!!!!!!¡¡¡¡
hipotesis
HIPOTESIS:
Una suposición sería que hubiera una zona magnetica en el centro de la Tierra y eso hace "que nos jale supuestamente" a la Tierra y no estar flotando.
Una suposición sería que hubiera una zona magnetica en el centro de la Tierra y eso hace "que nos jale supuestamente" a la Tierra y no estar flotando.
La gravedad en nuestra vida diaria
GRAVEDAD EN NUESTRA VIDA DIARIA:
Si no hubiera gravedad no estariamos firmes en la Tierra. No podriamos caminar establemente sino que estaríamos flotando y no con los pies firmes en la Tierra. Se podria desir q podrias volar pero mejor dicho todos estaríamo flotando.
conclusiones
CONCLUSIONES:
La gravedad, en física, es una de las cuatro interacciones fundamentales. Origina la aceleración que experimenta un objeto en las cercanías de un objeto astronómico.
La gravedad es una de las fuerzas universales de la naturaleza. Es una fuerza de atracción entre todo tipo de materia, y es muy débil con respecto a las otras fuerzas de la naturaleza. La fuerza gravitacional entre dos objetos depende de sus masas, que es la razón por la cual solamente podemos ver a la gravedad en la acción cuando al menos uno de los objetos es muy grande (como la Tierra).Isaac Newton fue el primer científico en definir matemáticamente a la gravedad cuando formuló su ley de la gravitación universal. La ley de la gravitación dice que la gravedad es más fuerte entre dos objetos muy masivos, y se hace más débil cuando dichos objetos se encuentran más separados.
sábado, 11 de junio de 2011
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La gravedad es una ilusión
Desde la época en que se le cayó una manzana en la cabeza a Isaac Newton comenzamos a entender cómo funciona la gravedad, pero con el paso del tiempo los científicos vieron que la Ley de Gravitación Universal era cuando menos incompleta. A principios del siglo XX entonces, Albert Einstein también reformuló el concepto de gravedad y esta pasó a ser “una deformación de la geometría del espacio-tiempo por efecto de la masa de los cuerpos”. Pero a pesar de ser considerada quizás la más importante de las cuatro fuerzas fundamentales de la Naturaleza (las otras tres son el electromagnetismo, la interacción nuclear fuerte y la interacción nuclear débil), no contamos todavía con una descripción cuántica de la gravedad.
A pesar de la importancia que tiene para el Modnuelo, siempre ha sido una especie de piedra en el zapatoErik Verlinde, físico que promulga la teoría de cuerdas en la Universidad de Amsterdam, la gravedad es una completa ilusión, nada más que una consecuencia de las leyes de la termodinámica. que no termina de encajar. ¿Puede ser que hayan enfocado mal el asunto todo este tiempo? Según
La termodinámica tiene tres leyes fundamentales que nos hablan sobre la conservación de la energía, la irreversibilidad de la naturaleza y del hecho más bien pesimista de que todo en el universo tiende al desorden. Verlinde afirma sin más que “la gravedad no existe” y que la ciencia ha estado analizándola de manera incorrecta, pues emerge de algo más básico, del mismo modo que la elasticidad emerge de la mecánica de átomos y el mercado bursátil emerge del comportamiento colectivo de todos los inversores. De este modo, señala Verlinde, se podría explicar con mayor facilidad la existencia de la energía y materia oscuras.
El ejemplo de la vida cotidiana que da Verlinder para explicar de manera simple su teoría me pareció sumamente curioso: el cabello se riza cuando hay humedad porque “el cabello tiene más posibilidades y maneras de quedar ondulado que liso” (y “a la naturaleza le gustan las opciones”), por lo que se necesita una fuerza importante para alisar el cabello y “eliminar las opciones de la naturaleza”. Del mismo modo, “la fuerza que llamamos gravedad no es más que un producto de la propensión de la naturaleza a maximizar el desorden”. La idea de que la gravedad está relacionada con la entropía y que podría no ser una fuerza fundamental no es del todo nueva, fue originada por el doctor Jacobson a mediados de los 90’ en una investigación que fue considerada por algunos científicos como el trabajo teórico más importante de los últimos años. Pero el trabajo de Jacobson versaba principalmente sobre el principio holográfico y el aporte de Verlinder (quien sí centra su trabajo en la termodinámica) es la idea de que la gravedad en sí no es más que una “fuerza entrópica” causada por diferencias de entropía.
Como no podía ser de otro modo, la teoría de Verlinder está generando bastante controversia en el mundo científico, pero aún aquellos que desechan de pleno los argumentos del científico holandés y aseguran que su trabajo es incompleto y carece de rigor matemático dan la bienvenida a su investigación por brindar una nueva perspectiva sobre algunas de las cuestiones más profundas de la Física, revitalizando la discusión teórica.
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La manzana y la luna from alexiscb on Vimeo.
Una vez enunciados estos principios, Newton debía demostrar que de ser exactos, las órbitas de los planetas obedecerían las leyes experimentales de Kepler. Resolviendo las ecuaciones diferenciales que se obtienen aplicando las fórmulas newtonianas al movimiento planetario es posible deducir, con bastante exactitud, las 3 leyes keplerianas. Para elaborar su teoría Newton necesitó desarrollar la matemática del cálculo diferencial de la cual no disponía y esto fue lo que demoró la publicación de su obra. Esta es una situación que se encuentra a menudo en física: al no contar con las herramientas matemáticas necesarias para afrontar un problema físico, muchas veces esta disciplina motivó el desarrollo de partes de las matemáticas que posteriormente encuentran aplicación en otras áreas.
Aunque las órbitas planetarias están relativamente bien descriptas por las leyes de Kepler, de acuerdo con la ley de gravitación universal habrá perturbaciones producidas por la presencia de otros planetas en el sistema solar y de los satélites naturales. Estas perturbaciones, proporcionales al cuadrado de sus distancias mutuas hacen que el camino de los planetas oscile alrededor de una elipse media. Silos planetas fueran mucho más masivos o si estuvieran mucho más próximos entre sí, su movimiento no podría ser descripto, ni siquiera en una primera aproximación por las leyes de Kepler (obtenidas de la llamada aproximación de dos cuerpos, que en este caso son el Sol y el planeta). Habría que resolver el denominado problema de N cuerpos, donde N se refiere al Sol, el planeta y los otros cuerpos que perturban. Los movimientos resultantes serían muy complejos.
La aplicación de la ley de la gravitación universal de Newton permitió descubrir dos planetas, Neptuno y Plutón, demostrando así su capacidad, no sólo de explicar los fenómenos observados sino también su enorme poder predictivo. El descubrimiento de un cuerpo celeste, a 4 mil millones de kilómetros de la Tierra, mediante un simple cálculo matemático, representa un hito fundamental en la historia de la ciencia. Desde fines del siglo XVIII los astrónomos tenían problemas en conciliar sus cálculos con las posiciones observadas de Urano. Aplicando la tercera ley de Newton a un supuesto cuerpo perturbador de la órbita fue posible calcular la masa y la Posición de este hipotético objeto con suficiente precisión como para descubrir Neptuno. Los cálculos teóricos fueron publicados por U. J. Leverríer (1811-1877) en junio de 1846 y el nuevo planeta fue observado efectivamente el 23 de septiembre siguiente en el Observatorio de Berlin. El entusiasmo provocado por este descubrimiento motivó la búsqueda de un posible noveno planeta. Los datos sobre la órbita de Neptuno no eran todavía muy precisos, lo que demoró 25 años la primera observación de Plutón, desde que fuera predicho en 1905. Estos descubrimientos también muestran que la fuerza de la gravedad actúa a gran escala, al menos su influencia llega hasta los confines más exteriores del sistema solar.
http://www.portalplanetasedna.com.ar/fuerza_gravedad.htm
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El rol de las manzanas en la elaboración de la teoría de la gravedad de Newton puede ser tan anecdótico como la manzana que originó la expulsión de Eva del Paraíso, la manzana de París que desencadenó la Guerra de Troya o la manzana de Guillermo Tell.
La vinculación entre la fuerza que mantiene a la Luna orbitando alrededor de la Tierra y la que provoca la caída de los cuerpos librados a su propio peso, es en cambio mucho menos anecdótica y forma parte de la obra de Newton (1642-1727), publicada en los Principia (Philosophiae Naturalis Principia Matematica) de 1687, quien le dio sustento matemático y físico, basándose en el andamiaje experimental proporcionado por Kepler y en el esquema de pensamiento elaborado por Galileo. Hoy, las mismas ideas que explican la caída de las manzanas y el movimiento orbital de los planetas, este enorme edificio intelectual cuya construcción comenzó hace más de 400 años, son utilizadas por los modernos vehículos espaciales para recorrer el espacio interplanetario y han permitido que un producto humano, el Voyager 2, se encuentre ya fuera de los confines de nuestro sistema planetario, vagando por el medio interestelar.
Uno de los problemas que presentaba el movimiento de la Tierra para el sentido común era por qué los cuerpos tirados hacia arriba caen esencialmente sobre el lugar desde el que fueron arrojados si durante su trayectoria en el aire no deberían seguir el movimiento de la Tierra. Galileo introdujo el concepto de inercia, que permite resolver esta aparente paradoja. La inercia es la tendencia que posee todo cuerpo en movimiento a continuar en movimiento (como el caso de un jinete cuyo caballo se detiene súbitamente). Una piedra arrojada desde el mástil de un barco en movimiento cae al pie del mismo y no detrás, ya que comparte el movimiento del barco. Es sencillo entender con este principio por qué los pájaros, las nubes y la atmósfera en general no quedan detrás de la Tierra en movimiento.
La experiencia nos muestra que los objetos están inmóviles a menos que alguna fuerza actúe sobre ellos. Cualquier objeto abandonado a sí mismo, si no se mueve permanecerá quieto y si se está moviendo llegará finalmente a su estado "natural” de reposo: una pelota picando alcanzará cada vez una altura menor hasta que finalmente terminará por detenerse; si la pelota está rodando se detendrá al cabo de un tiempo, a no ser que alguien la empuje o que se mueva sobre un plano inclinado. La Luna y los planetas, en cambio, han permanecido en movimiento a través de los siglos y éste parece ser su estado “natural”; es necesario entonces encontrar cuál es la fuerza que les impide quedarse quietos o qué los hace diferentes de los objetos que existen sobre la Tierra. La aparente contradicción entre los estados “natural” de los distintos cuerpos fue atacada científicamente por primera w por Galileo y Newton.
La clave de su resolución está en distinguir distintos tipos de movimiento y en reconocer que no hay nada de particular e el estado de reposo. Newton enunció las leyes que permiten describir el movimiento de los cuerpos. La primera ley establece que un cuerpo en repos. o que se mueve en línea recta a velocidad constante permanecerá en reposo o en movimiento uniforme a menos que sobre ellos actúe una fuerza ex terna. ¿Cómo explicar entonces que la pelota se detenga? Para frenar o acelerar un cuerpo, es decir para apartarlo de su movimiento rectilíneo uniforme es necesario aplicar una fuerza. En el caso de la pelota, esta fuerza se llama fricción o rozamiento y es un proceso muy complicado que todos hemos usado alguna vez, por ejemplo para frenar la bicicleta apoyando unen el suelo.
Isaac Newton comprendió que no había nada que explicar respecto de la velocidad uniforme, lo que requiere explicación son los cambios de velocidad, o más precisamente de momento, siendo éste proporcional a la velocidad (la constante de proporcionalidad es la masa del cuerpo); es decir, cómo cambia la velocidad en presencia de una fuerza. Estos cambios de velocidad, llamados aceleración, ocurren no sólo si la velocidad aumenta o disminuye, sino también si se modifica la dirección del movimiento.
Si viajáramos dentro de una caja cerrada con movimiento rectilíneo uniforme, según el principio de relatividad de Newton, no nos daríamos cuenta de que nos movemos, necesitaríamos alguna referencia externa. Si la caja se detiene, en cambio, o si se modifica su velocidad, reconoceríamos este cambio de movimiento Una manera de medir la aceleración es utilizar flechas para representar la velocidad de un cuerpo: la dirección de la flecha indica el sentido del movimiento y su longitud, la magnitud de la velocidad. Comparando las flechas de velocidad en dos instantes distintos, la diferencia entre ambas representa la aceleración. Cuando un automóvil que viaja en línea recta aumenta (o disminuye) su velocidad, la aceleración (o desaceleración) está en la misma dirección del movimiento Pero cuando el auto dobla en una curva, aunque mantenga su velocidad constante, la diferencia de direcciones de las flechas de velocidad en dos posiciones distintas sobre la curva indicará una aceleración no nula. Esto es exactamente lo que sucede en el movimiento planetario: la flecha de aceleración de los planetas apunta siempre hacia el Sol. Allí está la causa del movimiento: los planetas están “cayendo” permanentemente hacia el Sol, de la misma manera en que los objetos caen hacia la Tierra si son abandonados a su propio peso: la flecha de aceleración de una manzana madura que ya no es sostenida por la rama del árbol apunta hacia el centro de la Tierra.
Esta idea de la caída de los planetas hacia el Sol o de la Luna hacia la Tierra, no parece muy adecuada ya que no vemos caer a estos cuerpos. Sin embargo hay que pensar que si los planetas no estuvieran cayendo se alejarían cada vez más del Sol, siguiendo una trayectoria rectilínea. En realidad fue Borelli (1608-1679), contemporáneo de Newton, quien observó que un cuerpo en movimiento circular mostraba una tendencia a alejarse del centro, la que, en el caso de los planetas, debía suponerse balanceada por algún tipo de atracción hacia el Sol. Aparece así por primera vez la idea de que el movimiento de los planetas debía explicarse no por una fuerza actuante en la dirección en que se mueven, sino por una fuerza dirigida hacia el Sol, es decir perpendicular a la dirección del movimiento. Independientemente del aspecto planetario este problema podría reducirse a estudiar bajo qué condiciones un cuerpo puede girar con velocidad circular uniforme.
Supongamos que el punto A de la figura representa la posición de un cuerpo con movimiento uniforme en un círculo centrado en 0. En este instante el cuerpo se está moviendo en dirección tangente al círculo (su velocidad se indica con la flecha AB). En consecuencia, de acuerdo a la primera ley de Newton, si se abandona el cuerpo a sí mismo, en ausencia de todo otro cuerpo, seguirá moviéndose en la misma dirección (es decir, a lo largo de AB) y un momento más tarde se encontrará en B. Pero en realidad se encuentra en c, sobre el círculo. Por lo tanto debe haber habido alguna influencia que hizo “caer” el cuerpo de B a C, acercándolo al centro 0. La curvatura de las órbitas de los planetas y los satélites mide el apartamiento respecto de la trayectoria rectilínea que seguirían si no hubiera otros cuerpos que causaran la desviación.
Galileo dedujo la relación (las leyes) entre las distancias recorridas por los cuerpos y los tiempos empleados en recorrerlas, para distintos tipos de movimientos (rectilíneo uniforme, uniformemente acelerado, curvilíneo). Construyó así la tabla de datos que, junto a las leyes de Kepler, permitieron a Newton encontrar el principio físico y matemático sobre el que se sustentan.
Para imprimir a un cuerpo una aceleración se necesita una fuerza proporcional a ella. El factor de proporcionalidad, de acuerdo a la segunda ley de Newton, es la masa del cuerpo: necesitamos realizar el doble de esfuerzo para mover un cuerpo cuya masa es el doble de la de otro.
Partiendo del descubrimiento de Galileo de que todos los cuerpos caen con igual aceleración, independientemente de sus masas (el Supuesto experimento realizado en la Torre de Pisa), se puede concluir, usando la segunda ley de Newton que las fuerzas que los atraen son proporcionales a Sus masas. Es la fuerza de gravedad que actúa sobre los cuerpos en caída libre y la aceleración provocada por ella es la aceleración de la gravedad: g=GM/R2.
G es una constante conocida como la constante de gravitación universal o constante de Newton M se refiere a la masa del cuerpo que provoca la aceleración y R es la distancia entre éste y el cuerpo atraído. La tercera ley de Newton se expresa entonces matemáticamente como
F=(GmM)/R2 (1)
Así, la fuerza ejercida por la Tierra (de masa M) sobre la Luna (cuya masa representamos por m) será mucho mayor que la ejercida por la Tierra sobre una manzana (de masa mucho menor que la de la Luna), y la atracción gravitatoria entre dos manzanas será perfectamente despreciable. Utilizando los datos de que disponía sobre la Luna, su distancia a la Tierra y su período de traslación Newton advirtió que la fuerza de atracción entre dos cuerpos satisface una ley de cuadrado inverso, es decir, disminuye como el cuadrado de la distancia que los separa, como indica la fórmula (1). Esta ecuación resume el contenido de su tercera ley o ley de gravitación universal.
Newton obtuvo así que la fuerza de gravedad en la Luna era menor que sobre la Tierra (un objeto de 70 kg sobre la Tierra pesaría 10 kg en la Luna) Las diferencias entre la aceleración gravitatoria en las superficies de los planetas y en sus satélites (consecuencia de sus distintos tamaños y masas> han dado lugar a una prolífica literatura de ciencia ficción. Se ha propuesto por ejemplo un ingenioso juego de baseball en Deimos (satélite de Marte) donde la velocidad impresa a una pelota por un bateador profesional sería suficiente para lanzarla en órbita alrededor del satélite. El bateador podría retirarse a tomar unos mates (si fuera argentino) y volver a las 2 horas, cuando la pelota ha regresado de su órbita para lanzarla nuevamente en sentido opuesto o simplemente recuperarla. Más allá de la diversión, la fuerza gravitatoria de un planeta es una medida de su capacidad, por ejemplo, para retener una atmósfera. Si la fuerza de gravedad en la Tierra hubiera sido distinta, las formas de vida que se han desarrollado sobre nuestro planeta también hubieran diferido en su evolución y aspecto. En las actuales condiciones, las aves vuelan porque mantienen el mismo peso posible: sus huesos son huecos y sus cerebros de capacidad ínfima. Si la gravedad fuera menor estarían seguramente mejor equipadas y ocuparían tal vez un puesto más alto en la jerarquía de las especies.
http://www.portalplanetasedna.com.ar/fuerza_gravedad.htmlibro 4 gravedad
- Autor : Sally Jane Norman
- Editor : Actar/Macba(Museu Art Contemporany De Barcelona)
- Lengua : Castellano
- Lanzamiento : 2002
- Formato : De cartón
- Largo : 28
- Ancho : 20
- Número de páginas : 160
Libro de Newton y la gravedad.
Isaac Newton nació el día de navidad de 1642 (año que muere Galileo). En un pueblecito de Woolsthorpe en Lincolnshire. Fue un niño prematuro y su padre murió antes de que el naciera, a los 37 años; era un hombre débil, violento y extravagante. Su madre era un mujer ahorrativa y diligente, que se volvió a casar cuando Newton tenía no más de 3 años; dejándolo al cuidado de su abuela. Su abuela siempre estuvo preocupada por la salud delicada de su nieto. Que la madre le dejara cuando se casó a cargo de su abuela, le causó a Newton tener un carácter agresivo y con un gran sentimiento de venganza.
Cuando Newton tenía 10 años la madre volvió debido a la muerte de su segundo marido. Ella traía consigo un hermanastro y dos hermanastras; el poder económico de aquella familia humilde había elevado. Este hacía el papel de el hombre de la familia. Newton creció en una familia muy puritana adoptando las costumbres, tales como consultar la Biblia, que le ayudaría durante toda su vida.
A los 12 años ingresó en una escuela primaria de Grantham. Desde muy niño manifestó un interés por los juguetes mecánicos. Su tío Willian Aycough diplomado por el Trinity College de Cambridge, convenció a la madre de Newton para que le enviara allí a hacer el bachiller, ya que su tío parecía ser el único que se dió cuenta de su audaz inteligencia.
Mas tarde todo el mundo se sorprendería del deslumbrante bachiller que recibiría en 1665. Durante el bachiller se interesó en primer lugar por la química, añadiendo mas tarde trabajos de alquimia, magia, tradición hermética etc; además tenía un estudio obsesivo de la Biblia, donde buscaba muchas respuestas emocionales que le fueron surgiendo, pero con esto no dejó de una lado la lectura de las grandes obras matemáticas y mostrando un interés efusivo.
Conoció entonces a Barrow quien le dió clases como primer profesor lucassiano de matemáticas. Barrow era un hombre excepcional y opuesto a Newton en muchos aspectos. Barrow se convertiría en una gran ayuda en sus descubrimientos matemáticos. A la misma vez Barrow fue el único en todo Cambridge que se dió cuando de las excepcionales cualidades de Newton. Mas tarde Barrow llegó a tratar a Newton como a un hijo, siendo la actitud de Newton algo mas cautelosa.
Entonces después de obtener el titulo de bachiller, una epidemia de peste le hizo volver a su casa, volviéndose en 1666 al Trinity College donde le nombrarían miembro del consejo del Trinity College.
Cuando estuvo en su casa tuvo un periodo muy intenso de grandes aportaciones para sus experimentos:
- Ley del inverso al cuadrado.
- Ley de la gravitación universal.
- Desarrolla el calculo de fluxiones.
- Generaliza el teorema del binomio.
- Pone de manifiesto la naturaleza de la física.
Newton durante 1665-1666 descubrió los principios de su cálculo diferencial e integral elaborando distintos enfoques. Mientras tanto Newton seguía dando clases de álgebra, a las cuales no asistían muchos estudiantes. Barrow y su colega el astrónomo Edmund Halley reconocieron sus méritos y le estimulaban en sus trabajos. Newton tardaría mas de 20 años en publicar sus ideas. Algunos han
clasificado a Newton de secretista, lo único que ocurría es que no permitía que nadie le llevara la contraria. Mientras tanto Newton fabricó su primer telescopio.
En 1669 Barrow renuncio a su cátedra sucediéndole y ocupando su lugar Newton. Con la óptica Newton trataba de explicar la forma en que surgen los colores; publicando en 1672 una obra sobre la luz con una exposición de su filosofía de las ciencias; este trabajo fue severamente criticado por la mayor parte de los contemporáneos del momento. Entre ellos Robert Hooke y Huygens, que se convertirían en sus dos grandes enemigos. Esto fue suficiente para que Newton no volviese a querer publicar sus descubrimientos. Hasta que en 1687 publico su obra maestra Principia. Basada en las teorías de Kepler y Galileo pero siendo superior respecto a las aplicaciones concluyentes, llegando a reemplazar a los descubrimientos de ambos. Pero antes de publicar Principia Newton, en 1672 fue elegido miembro de la Royal Society. Debido a sus inventos del nuevo telescopio. La Royal Society era una sociedad de científicos muy importantes. Allí Newton pudo entrar en contacto con algunas de las mentes mas brillantes de la época.
En 1678 sufrió su primera depresión nerviosa debida a que Hooke al leer Principia le acusó de plagio. Esto provocó un enfado para nada pasajero en Newton, incluso llegó a dimitir del Royal Society, pero no se aceptó su renuncia.
Cuando en 1687 publico Philosophiae naruralis principia Matemática le reportó un gran renombre; los tres libros de esta obra contienen los fundamentos de la física y la astronomía, escritos en el leguaje de la geometría pura; resulta un estudio difícil de comprender con lo que Newton quiso escapar así, de las críticas suscitadas por sus textos sobre la luz.
Mientras tanto Jaime II había iniciado una campaña para convertir Cambridge en una fortaleza Católica. Newton dedicó una resistencia incesante porque este hecho sucediese. Jaime II acabaría destronado y obligado al exilio.
En reconocimiento a su postura Newton fue nombrado Miembro del Parlamento en representación de la universidad. Mantuvo su escaño en el Parlamento durante varios años mostrándose muy activo durante los debates. Esto le obligó a pasar temporadas en Londres, donde conoció a un joven matemático Suizo, llamado Fatio, del cual se enamoró. Mas tarde Fatio tuvo que volver a Suiza y Newton sufrió un colapso mental tras esta separación.
Tres años después en 1696 Newton se trasladó a vivir a Londres, abandonando su trabajo como profesor y fue elegido Guardián de la Fabrica de la Moneda, siendo en 1969 ascendido a Director de la fabrica de la Moneda. Durante estos años Newton abandono casi por completo sus investigaciones y centrándose en sus estudios religiosos. Por aquel entonces, la moneda inglesa estaba sufriendo un bajón debido a las falsificaciones. Así que Newton encontró sobre estos falsificadores su blanco para descargar toda su furia reprimida a lo largo de los años; el no corría ningún peligro de perder su puesto, así que no hubo quien le parase. En cuestión de meses se convirtió en el terror de los suburbios Londinenses.
En 1703 murió Hooke y Newton aceptó el puesto de presidente de la Royal Society. Durante su presidencia Newton se dedicó a la revitalización de la Society, reuniéndose una vez por semana y en cada una de las cuales se mostraba un experimento. Newton aquí también caracterizo su presidencia por su comportamiento.
En 1704 Publicó su segunda obra maestra Óptica , que en realizada era una recopilación del trabajo que había hecho 30 años antes.
Los últimos años de su vida se vieron ensombrecidos por los plagios y acusaciones de Leibniz.
En 1722 después de una larga y atroz enfermedad, Newton murió durante la noche del 20 de marzo. Fue enterrado en la abadía de Westminster en medio de los grandes hombres de Inglaterra.
En definitiva Newton fue un hombre muy respetado y ningún hombre ha recibido tantos honores y respeto.
Demostró que la fuerza es directamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa:
E=mc
F=m1.m2.G En donde F es la fuerza de atracción de la gravedad, m1 y m2 son las masas de la tierra y de la luna, d es la distancia que las separa y G es la constante de la gravitación universal.
Newton no comprendió del todo la formula ya que no determinaba el valor de G; pasaría un Siglo hasta que el Físico Cavendish determino G.
En 1672 Newton envió una breve exposición de su teoría de los colores a la Sociedad Real de Londres. Su publicación provoco muchísimas criticas.
Cuando Newton tenía 10 años la madre volvió debido a la muerte de su segundo marido. Ella traía consigo un hermanastro y dos hermanastras; el poder económico de aquella familia humilde había elevado. Este hacía el papel de el hombre de la familia. Newton creció en una familia muy puritana adoptando las costumbres, tales como consultar la Biblia, que le ayudaría durante toda su vida.
A los 12 años ingresó en una escuela primaria de Grantham. Desde muy niño manifestó un interés por los juguetes mecánicos. Su tío Willian Aycough diplomado por el Trinity College de Cambridge, convenció a la madre de Newton para que le enviara allí a hacer el bachiller, ya que su tío parecía ser el único que se dió cuenta de su audaz inteligencia.
Mas tarde todo el mundo se sorprendería del deslumbrante bachiller que recibiría en 1665. Durante el bachiller se interesó en primer lugar por la química, añadiendo mas tarde trabajos de alquimia, magia, tradición hermética etc; además tenía un estudio obsesivo de la Biblia, donde buscaba muchas respuestas emocionales que le fueron surgiendo, pero con esto no dejó de una lado la lectura de las grandes obras matemáticas y mostrando un interés efusivo.
Conoció entonces a Barrow quien le dió clases como primer profesor lucassiano de matemáticas. Barrow era un hombre excepcional y opuesto a Newton en muchos aspectos. Barrow se convertiría en una gran ayuda en sus descubrimientos matemáticos. A la misma vez Barrow fue el único en todo Cambridge que se dió cuando de las excepcionales cualidades de Newton. Mas tarde Barrow llegó a tratar a Newton como a un hijo, siendo la actitud de Newton algo mas cautelosa.
Entonces después de obtener el titulo de bachiller, una epidemia de peste le hizo volver a su casa, volviéndose en 1666 al Trinity College donde le nombrarían miembro del consejo del Trinity College.
Cuando estuvo en su casa tuvo un periodo muy intenso de grandes aportaciones para sus experimentos:
- Ley del inverso al cuadrado.
- Ley de la gravitación universal.
- Desarrolla el calculo de fluxiones.
- Generaliza el teorema del binomio.
- Pone de manifiesto la naturaleza de la física.
Newton durante 1665-1666 descubrió los principios de su cálculo diferencial e integral elaborando distintos enfoques. Mientras tanto Newton seguía dando clases de álgebra, a las cuales no asistían muchos estudiantes. Barrow y su colega el astrónomo Edmund Halley reconocieron sus méritos y le estimulaban en sus trabajos. Newton tardaría mas de 20 años en publicar sus ideas. Algunos han
clasificado a Newton de secretista, lo único que ocurría es que no permitía que nadie le llevara la contraria. Mientras tanto Newton fabricó su primer telescopio.
En 1669 Barrow renuncio a su cátedra sucediéndole y ocupando su lugar Newton. Con la óptica Newton trataba de explicar la forma en que surgen los colores; publicando en 1672 una obra sobre la luz con una exposición de su filosofía de las ciencias; este trabajo fue severamente criticado por la mayor parte de los contemporáneos del momento. Entre ellos Robert Hooke y Huygens, que se convertirían en sus dos grandes enemigos. Esto fue suficiente para que Newton no volviese a querer publicar sus descubrimientos. Hasta que en 1687 publico su obra maestra Principia. Basada en las teorías de Kepler y Galileo pero siendo superior respecto a las aplicaciones concluyentes, llegando a reemplazar a los descubrimientos de ambos. Pero antes de publicar Principia Newton, en 1672 fue elegido miembro de la Royal Society. Debido a sus inventos del nuevo telescopio. La Royal Society era una sociedad de científicos muy importantes. Allí Newton pudo entrar en contacto con algunas de las mentes mas brillantes de la época.
En 1678 sufrió su primera depresión nerviosa debida a que Hooke al leer Principia le acusó de plagio. Esto provocó un enfado para nada pasajero en Newton, incluso llegó a dimitir del Royal Society, pero no se aceptó su renuncia.
Cuando en 1687 publico Philosophiae naruralis principia Matemática le reportó un gran renombre; los tres libros de esta obra contienen los fundamentos de la física y la astronomía, escritos en el leguaje de la geometría pura; resulta un estudio difícil de comprender con lo que Newton quiso escapar así, de las críticas suscitadas por sus textos sobre la luz.
Mientras tanto Jaime II había iniciado una campaña para convertir Cambridge en una fortaleza Católica. Newton dedicó una resistencia incesante porque este hecho sucediese. Jaime II acabaría destronado y obligado al exilio.
En reconocimiento a su postura Newton fue nombrado Miembro del Parlamento en representación de la universidad. Mantuvo su escaño en el Parlamento durante varios años mostrándose muy activo durante los debates. Esto le obligó a pasar temporadas en Londres, donde conoció a un joven matemático Suizo, llamado Fatio, del cual se enamoró. Mas tarde Fatio tuvo que volver a Suiza y Newton sufrió un colapso mental tras esta separación.
Tres años después en 1696 Newton se trasladó a vivir a Londres, abandonando su trabajo como profesor y fue elegido Guardián de la Fabrica de la Moneda, siendo en 1969 ascendido a Director de la fabrica de la Moneda. Durante estos años Newton abandono casi por completo sus investigaciones y centrándose en sus estudios religiosos. Por aquel entonces, la moneda inglesa estaba sufriendo un bajón debido a las falsificaciones. Así que Newton encontró sobre estos falsificadores su blanco para descargar toda su furia reprimida a lo largo de los años; el no corría ningún peligro de perder su puesto, así que no hubo quien le parase. En cuestión de meses se convirtió en el terror de los suburbios Londinenses.
En 1703 murió Hooke y Newton aceptó el puesto de presidente de la Royal Society. Durante su presidencia Newton se dedicó a la revitalización de la Society, reuniéndose una vez por semana y en cada una de las cuales se mostraba un experimento. Newton aquí también caracterizo su presidencia por su comportamiento.
En 1704 Publicó su segunda obra maestra Óptica , que en realizada era una recopilación del trabajo que había hecho 30 años antes.
Los últimos años de su vida se vieron ensombrecidos por los plagios y acusaciones de Leibniz.
En 1722 después de una larga y atroz enfermedad, Newton murió durante la noche del 20 de marzo. Fue enterrado en la abadía de Westminster en medio de los grandes hombres de Inglaterra.
En definitiva Newton fue un hombre muy respetado y ningún hombre ha recibido tantos honores y respeto.
Los Experimentos de la Fisica.
- Leyes de la Dinámica: Con estas leyes Newton metió las leyes del movimiento de los planetas de Kepler y los descubrimientos de Galileo en el mismo saco.
- La 1ª ley de la Dinámica: “Todo cuerpo permanece en estado de reposo o en movimiento rectilíneo y uniforme mientras no actué sobre el una fuerza neta.” Esto es una teoría sobre la inercia. Por primera vez se daba una explicación al movimiento de los cuerpos.
- La 2ª Ley de la Dinámica: “La fuerza ejercida sobre un cuerpo es directamente proporcional a la aceleración que le comunica.” Dándonos a explicar la variación de la cantidad del movimiento.
- La 3ª Ley de la Dinámica: “Si sobre un cuerpo se ejerce una fuerza debida a otro cuerpo, el segundo ejerce sobre el primero otra fuerza igual pero de sentido contrario.”
Demostró que la fuerza es directamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa:
E=mc
F=m1.m2.G En donde F es la fuerza de atracción de la gravedad, m1 y m2 son las masas de la tierra y de la luna, d es la distancia que las separa y G es la constante de la gravitación universal.
Newton no comprendió del todo la formula ya que no determinaba el valor de G; pasaría un Siglo hasta que el Físico Cavendish determino G.
- Telescopio: Al pasar la luz a través de un prisma se produce un especto, las lentes producen lo mismo, produciéndose imágenes con franjas de color. Por eso se empezó a tener un tamaño muy grande en los telescopios. Newton resolvió este problema concentrando la imagen final mediante refracción a través de una lente, lo hizo mediante un espejo parabólico. Ahora la luz no pasaba a través del cristal, sino que rebotaba sobre el. Este método permitió crear telescopios de un tamaño mucho mas reducidos.
- Óptica: La óptica fue otro área por la que Newton demostró interés muy pronto.
En 1672 Newton envió una breve exposición de su teoría de los colores a la Sociedad Real de Londres. Su publicación provoco muchísimas criticas.
libro 3 gravedad
Título original: Gravity
© 1999 by Tess Gerritsen
© 2000 Emecé Editores S.A.
Alsina 2062 - Buenos Aires
I.S.B.N.: 950-04-2132-X
Edición digital: fabian
Revisión: Leticia Q
R6 04/03
Estaba deslizándose por el borde del abismo.
Abajo, bostezaba la acuática negrura de un submundo frígido, donde el sol jamás había
penetrado, donde la única luz era la chispa fugaz de una criatura bioluminiscente.
Acostado boca abajo en la cucheta corporal de forma adaptable del Deep Flight tv, con la
cabeza protegida por un cono de acrílico transparente, el doctor Stephen D. Ahearn tuvo
la estimulante sensación de estar volando, sin trabas, a través de la vastedad del espacio.
En los rayos de las luces de las alas vio la llovizna suave y continua de restos orgánicos
que caían desde las aguas llenas de luz que estaban más arriba. Eran cadáveres de
protozoos, descendiendo a través de miles de metros de agua hacia su tumba definitiva
en el lecho del océano.
Navegaba a través de esa suave lluvia de restos, y dirigió al Deep Flight IV a lo largo
del borde del cañón subacuático, con el abismo a babor, el suelo de la meseta abajo.
Aunque el sedimento era aparentemente yermo, había señales de vida en todos lados.
Grabadas en el lecho del mar se veían huellas y surcos de criaturas errantes, que ahora
estaban ocultas y a salvo en su capa de sedimento. También vio señales de actividad
humana: una cadena oxidada, sinuosamente envuelta alrededor de un ancla caída; una
botella de gaseosa, a medias sumergida en un desprendimiento. Fantasmales restos del
extraño mundo de la superficie.
De repente, surgió una visión sorprendente. Se veía como si estuviera atravesando un
bosque submarino de troncos de árboles chamuscados. Los objetos eran chimeneas que
largaban humo negro, tubos de seis metros formados por minerales disueltos que
emergían de grietas en la corteza terrestre. Con las palancas de mando, maniobró el
Deep Flight IV suavemente hacia estribor, para esquivar las chimeneas.
-He alcanzado la abertura hidrotérmica-dijo-. Avanzando a dos nudos, chimeneas de
humo a babor.
-¿Cómo se está comportando? -la voz de Helen crepitó en su auricular.
-De maravilla. Quiero uno de estos para mí. Ella rió.
-Prepárate a firmar un gran cheque, Steve. ¿Ya divisaste el campo de nódulos?
Debería de estar inmediatamente adelante.
Ahearn se quedó en silencio durante un momento, mientras se asomaba en la
oscuridad acuática. Un minuto más tarde, contestó: -Lo veo.
Los nódulos de manganeso tenían el aspecto de terrones de carbón dispersos en el
lecho del océano. Con su extraña, casi bizarra lisura, formados por minerales que se
solidificaban alrededor de piedras o granos de arena, eran una fuente muy valiosa de
titanio y otros metales preciosos. Pero él no les prestó atención a los nódulos. Estaba en
busca de un premio mucho más valioso.
-Me dirijo hacia el cañón -dijo.
Con las palancas de mando, maniobró el Deep Flight IV en dirección al borde de la
meseta. Mientras su velocidad aumentaba a dos nudos y medio, las alas, diseñadas para
producir el efecto opuesto al de las alas de un aeroplano, arrastraron el submarino hacia
abajo. Comenzó a descender en el abismo.
-Mil cien metros -contó-. Mil ciento cincuenta...
-Ten cuidado con la zona de despeje. Es una grieta angosta. ¿Estás monitoreando la
temperatura del agua?
-Está comenzando a elevarse. Ahora llegó a trece grados. -Todavía estás lejos de la
abertura. Estarás en agua caliente dentro de unos dos mil metros.
De pronto, una sombra cruzó frente a la cara de Ahearn. Se echó hacia atrás y, sin
darse cuenta, le dio un tirón a la palanca de mandos que hizo que la nave se moviera a
estribor. El duro golpe del submarino contra la pared del cañón causó una resonante onda
de choque en el casco.
-¡Dios!
-¿Estado? -dijo Helen-. ¿Steve, cuál es el estado?
Él estaba hiperventilando, el pánico hacía que su corazón golpeara contra la cucheta
corporal. El casco. ¿Se dañó el casco? A través del sonido áspero de su propia
respiración, se preparó para oír el gruñido del metal que cedía, la fatal ráfaga de agua.
Estaba a más de mil metros debajo de la superficie, y más de cien atmósferas de presión
lo apretaban como un puño por todos lados. Una brecha en el casco, una explosión de
agua, y quedaría aplastado.
-¡Steve, contéstame!
Sentía el cuerpo empapado en sudor frío. Por fin consiguió hablar. -Me asusté...
Choqué contra la pared del cañón...
-¿Hay algún daño? Miró fuera de la cabina.
-No puedo decirlo. Creo que golpeó contra el arrecife con la unidad delantera del sonar.
-¿Todavía puedes maniobrar?
Movió las palancas de mando. La nave se corrió levemente hacia babor.
-Sí, sí. -Suspiró hondo. -Creo que estoy bien. Algo nadó frente a la cabina. Me
sobresaltó.
-¿Algo?
-¡Pasó tan rápido! Sólo vi una línea... Como una serpiente deslizándose.
-¿Era como la cabeza de un pez en el cuerpo de una anguila? -Sí. Sí, eso es lo que vi.
-Entonces era un pez zoarcido. Thermarces cerberus.. -Cerberus, pensó Ahearn con un
estremecimiento. El perro de tres cabezas que cuida los portales del infierno.
-El calor y el sulfuro los atrae -explicó Helen-. Vas a ver más cuando te acerques a la
abertura.
Si tú lo dices. Ahearn no conocía prácticamente nada de biología marina. Las criaturas
que ahora se deslizaban cerca de su cúpula de acrílico eran apenas objetos de curiosidad
para él, carteles vivientes que señalaban el camino hacia su objetivo. Con ambas manos
sujetando firmemente los controles, dirigió el Deep Flight IV a una profundidad mayor del
abismo.
Dos mil metros. Tres mil. ¿Y si había dañado el casco?
Cuatro mil metros. La presión aplastante del agua crecía linealmente a medida que
descendía. Ahora el agua era más negra, coloreada por estelas de sulfuro que surgían de
la abertura que estaba más abajo. Las luces de las alas apenas conseguían penetrar esa
gruesa suspensión mineral. Cegado por los remolinos de sedimentos, maniobró para salir
del agua teñida de sulfuro, y su visibilidad mejoró. Estaba descendiendo hacia un costado
de la abertura hidrotérmica, fuera de la extensión del agua calentada por el magma. Sin
embargo, la temperatura externa seguía aumentando.
Cuarenta y nueve grados.
Otra estela de movimiento atravesó su campo de visión. Esta vez, consiguió mantener
firmes los controles. Vio más peces zoarcidos, como serpientes gordas colgando cabeza
abajo como si estuvieran suspendidas en el espacio. El agua que manaba de la abertura
era rica en sulfuro de hidrógeno calentado, una sustancia química tóxica e incompatible
con la vida. Pero incluso en estas aguas negras y venenosas, la vida se las había
arreglado para florecer, en formas fantásticas y hermosas. Pegados a las paredes del
cañón había gusanos Riftia oscilantes, de dos metros de largo, adornados con tocados de
estelas escarlata. Vio grupos de almejas gigantes, de caparazón blanca, con
aterciopeladas lenguas rojas. Y vio cangrejos, inquietantemente pálidos y fantasmales
que se escondían en las hendeduras.
Aunque la unidad de aire acondicionado estaba en funcionamiento, comenzó a sentir
calor.
Seis mil metros. La temperatura del agua: ochenta y dos grados. En la estela misma,
calentada por el magma hirviendo, las temperaturas superarían los doscientos sesenta
grados. Que pudiera existir vida aquí, en la oscuridad total, en estas aguas venenosas y
recalentadas, parecía milagroso.
-Estoy en seis mil sesenta -dijo-. No lo veo.
En sus auriculares, la voz de Helen sonaba débil y crepitante. -Hay un saliente en la
pared. Deberías verlo cerca de los seis mil ochenta metros.
-Lo estoy buscando.
-Disminuye la velocidad de descenso. Va a aparecer rápidamente. -Seis mil setenta,
sigo buscando. Esto parece sopa de arvejas. Quizá yo esté en mala posición.
-...Lecturas de sonar... derrumbándose, ¡encima de ti! -Su frenético mensaje se perdió
en la estática.
-No copié eso. Repite.
-¡La pared del cañón está cediendo! Hay escombros cayendo sobre ti. ¡Sal de ahí!
Los fuertes pings de las rocas que golpeaban el casco lo hicieron entrar en pánico y
empujar hacia adelante las palancas de mando. Una sombra enorme se desmoronó a
través de la oscuridad más adelante y chocó contra un saliente del cañón, que lanzó una
nueva lluvia de escombros en el abismo. Los pings se aceleraron. Después se oyó un
estruendo ensordecedor, y el traqueteo que lo precedió fue como un puñetazo.
Su cabeza dio un salto hacia adelante, y la mandíbula golpeó contra la cucheta. Sintió
que se inclinaba hacia un costado, oyó el nauseabundo gemido del metal cuando el ala de
estribor raspó las rocas que sobresalían. El submarino siguió avanzando, mientras el
sedimento se arremolinaba alrededor de la cúpula formando una nube que impedía la
orientación.
Usó la palanca de emergencia para dejar caer todo el peso y movió los controles para
hacer ascender el submarino. Deep Flight IV avanzó dando sacudidas, con el metal
rechinando contra las rocas, hasta que, inesperadamente, se detuvo. Él quedó congelado
en el lugar, y el submarino se inclinó a estribor. Movió las palancas, frenéticamente, con
las turbinas al máximo.
Ninguna respuesta.
Hizo una pausa. El corazón le latía salvajemente mientras intentaba mantener el control
por encima de su pánico creciente. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué no respondía el
submarino? Se obligó a revisar las dos unidades de imagen digital. La energía de la
batería estaba intacta. La unidad de corriente eléctrica seguía funcionando. El medidor de
profundidad marcaba seis mil ochenta y dos metros.
Con lentitud, el sedimento comenzó a despejarse, y las sombras recobraron su forma a
la luz del faro de babor. Al mirar hacia adelante, a través de la cúpula, vio un paisaje
extraño de piedras negras puntiagudas y gusanos Riftia rojo sangre. Estiró el cuello para
mirar el ala de estribor. Lo que vio le revolvió el estómago.
El ala estaba fuertemente encajada entre dos rocas. No podía moverse hacia adelante
ni hacia atrás. "Estoy atrapado en una tumba, a más de seis mil metros debajo del mar."
-¿... Me copias? ¿Steve, me copias?
Oyó su propia voz, debilitada por el miedo:
-No me puedo mover, el ala de estribor se atascó...
-Los flaps del ala de estribor. Un pequeño movimiento podría liberarte.
-Ya lo intenté. Intenté todo. No me muevo.
Se produjo un silencio mortal en los auriculares. ¿Había perdido el contacto? ¿Lo
habían desconectado? Pensó en el barco allá arriba, lejos, la cubierta que se balanceaba
suavemente en el oleaje. Pensó en la luz del sol. Había sido un hermoso día soleado en
la superficie, y los pájaros se deslizaban en el cielo. El mar era un azul sin fondo...
Escuchó la voz de un hombre. Era la de Palmer Gabriel, el hombre que había
financiado la expedición, hablando con calma y control, como siempre.
-Estamos comenzando los procedimientos de rescate, Steve. Ya está descendiendo el
otro submarino. Te vamos a subir a la superficie lo más pronto que podamos. -Hubo una
pausa, y después, agregó: -¿Ves algo? ¿Qué hay alrededor?
-Yo... Yo estoy parado en un saliente justo arriba de la abertura. -¿Qué detalles puedes
distinguir?
-¿Qué?
-Estás a seis mil ochenta y dos metros, justo la profundidad que nos interesa. ¿Qué me
dices de ese saliente? ¿De las rocas? "Voy a morir, y él me pregunta sobre las putas
rocas." -Steve, utiliza el estroboscopio. Dinos qué ves.
Se obligó a mirar el tablero de instrumentos y encendió el interruptor del estroboscopio.
Brillantes estallidos de luz surgieron en la oscuridad. Contempló el paisaje, ahora
revelado, que titilaba ante sus retinas. Antes, se había concentrado en los gusanos. Ahora
su atención se dirigió al inmenso campo de escombros dispersos a lo largo del lecho de la
saliente. Las rocas eran negras como carbón, como nódulos de magnesio, pero éstas
tenían bordes dentados, como fragmentos congelados de vidrio. Cuando miró a la
derecha, en dirección de las rocas recientemente fracturadas que atrapaban el ala, de
pronto se dio cuenta de qué era lo que estaba viendo.
-Helen tiene razón -susurró. -No copié eso.
-¡Tenía razón! La fuente de iridio... La tengo a la vista...
-Se está apagando. Te recomiendo... -La voz de Gabriel se quebró en estática y se
apagó.
-No copié. Repito, ¡no copié! -dijo Ahearn. No hubo respuesta.
Oyó el bombeo de su corazón, el rugido de su propia respiración. "Despacio, despacio.
Estoy usando demasiado rápido el oxígeno que me queda..."
Más allá de la cúpula de acrílico, la vida se deslizaba en una delicada danza a través
de aguas venenosas. A medida que los minutos se hacían horas, contempló el balanceo
de los gusanos Riftia, con sus estelas escarlata absorbiendo nutrientes. Vio un cangrejo
sin ojos que se arrastraba con lentitud en el campo de piedras.
Las luces se amortiguaron. Las hélices del aire acondicionado se apagaron de pronto.
Se estaba acabando la batería.
Apagó la luz del estroboscopio. Sólo la débil luz del ala de babor brillaba ahora. En
unos minutos comenzaría a sentir el calor de esa agua cargada del magma de ochenta y
dos grados. El calor pasaría a través del casco, y lo cocinaría vivo lentamente, en su
propio sudor. Ya sentía las gotas que goteaban desde su cuero cabelludo y se deslizaban
por las mejillas. Mantuvo la vista fija en ese cangrejo solitario, que avanzaba dando
delicadas cabriolas por el campo pétreo.
La luz del ala titiló. Y se apagó.
EL LANZAMIENTO
DOS
Julio 7
Dos años después
Abortar.
A través del trueno de los motores de propulsión de cohete impulsados por combustible
sólido y del traqueteo del orbitador que hacía rechinar los dientes, la orden de abortar
apareció con tanta claridad en la mente de Emma Watson, la especialista de Misión que
fue como si la hubiera oído en un grito a través de su unidad de comunicación. De hecho,
ningún miembro de la tripulación había dicho, esa palabra en voz alta, pero en ese
instante ella supo que había que tomar una decisión, y rápido. Aún no había oído el
veredicto del comandante Bob Kittredge o de la piloto Jill Hewitt, sentados en la cabina
frente a ella. No era necesario. Habían trabajado juntos en equipo tanto tiempo que
podían leerse las mentes, y las luces ámbar de alerta que titilaban en la consola de vuelo
del transbordador dictaban claramente las acciones a seguir.
Segundos antes, el Endeavour había alcanzado Max Q, el punto de lanzamiento de
mayor tensión aerodinámica, cuando el orbitador, al empujar contra la resistencia de la
atmósfera comienza a estremecerse violentamente. Kittredge había desacelerado un
poco, al setenta por ciento, para amortiguar las vibraciones. En ese momento, las luces
de la consola les indicaron que habían perdido dos de los tres motores principales. Incluso
con un motor principal y los dos motores de propulsión de combustible sólido en
funcionamiento, jamás llegarían a entrar en órbita.
Tenían que abortar el lanzamiento.
-Control, aquí el Endeavour-dijo Kittredge, con la voz nítida y firme, sin ninguna señal
de temor-. No podemos acelerar. Los ME * cayeron en Max Q. Estamos atascados en el
balde. Vamos a abortar en RTLS.
-Comprendido, Endeavour. Confirmamos que cayeron dos ME. Procedan a abortar en
RTLS después de quemar y agotar los SRB. Emma ya estaba buscando en la pila de
listas de controles, y tomó la tarjeta de "Abortamiento en modo Regreso al Sitio de
Lanzamiento". La tripulación conocía de memoria todos los pasos del procedimiento,
pero, en el frenético ritmo de un abortamiento de emergencia, se podía olvidar alguna
acción vital. La lista de controles era un sistema de seguridad.
Con el corazón a toda velocidad, Emma revisó los pasos apropiados, claramente
marcados en azul. Era posible sobrevivir a un abortamiento en RTLS con dos motores
apagados, pero sólo en teoría. Debía ocurrir una secuencia de sucesos casi milagrosos.
Primero tenían que arrojar combustible y cortar el último motor principal antes de separar
el enorme tanque externo de combustible. Después Kittredge daría vuelta el orbitador en
posición cabeza arriba, apuntando de regreso al sitio de lanzamiento. Tendría una
oportunidad, y sólo una, de guiarlos hacia un aterrizaje seguro en Kennedy. Un pequeño
error hundiría al Endeavour en el mar.
Ahora sus vidas estaban en manos del comandante Kittredge. Su voz, en constante
comunicación con Control de Misión, aún sonaba firme, hasta un poco aburrida, mientras
se aproximaban a la marca de dos minutos. El próximo punto de crisis. La pantalla cRT
mostró la señal Pc 50. Los motores de propulsión de cohete sólido estaban quemando el
combustible, en el momento apropiado. Emma sintió de inmediato la alarmante
desaceleración que se produjo cuando los motores consumieron el último combustible.
Entonces, una brillante explosión de luz en la ventana hizo que entrecerrara los ojos en el
momento en que las SRB estallaron alelándose del tanque.
El rugido del lanzamiento se transformó en un ominoso silencio, el violento
estremecimiento se calmó y pasó a ser un movimiento suave, casi tranquilo. En la abrupta
calma, ella sintió cómo se aceleraba su propio pulso, con el corazón golpeando como un
puño contra la constricción de su pecho.
Hay un glosario al final del libro que contiene muchas de estas siglas (N. del A.)
-Control, aquí el Endeavour -dijo Kittredge, sin perder su antinatural calma-. Tenemos
separación de SRB. -Comprendido, la vemos.
-Iniciando el abortamiento. -Kittredge liberó el botón de Abortamiento, con el interruptor
rotante ya en posición de la opción RTLS.
En su unidad de comunicación, Emma oyó que Jill Hewitt gritaba: -¡Emma, oigamos la
lista de control!
-La tengo.
Emma comenzó a leer en voz alta, y el sonido de su propia voz era de una calma tan
alarmante como la de Kittredge. Nadie que escuchara ese diálogo podría imaginar que
estaban frente a una catástrofe. Habían adoptado la modalidad de máquinas, el pánico
suprimido, todas las acciones guiadas por memorias y entrenamientos repetidos. Las
computadoras de a bordo marcarían automáticamente el trayecto de regreso. Seguían
desacelerando, pero todavía estaban subiendo a ciento veintidós mil metros mientras
agotaban el combustible.
En ese momento ella sintió el mareo de la rotación cuando el orbitador comenzó su
maniobra de volteo. El horizonte, que había estado invertido, de pronto se enderezó
cuando dieron la vuelta rumbo a Kennedy, a casi ochocientos cincuenta kilómetros de
distancia.
-Endeavour, aquí control. Accionen la interrupción del motor principal.
-Comprendido -respondió Kittredge-. Ahora, MECO.
En el panel de instrumentos, los indicadores del estado de los tres motores lanzaron
luces rojas. Él había cortado los motores principales, y en veinte segundos el tanque de
combustible externo caería en el mar.
"La altura está disminuyendo rápidamente", pensó Emma. "Pero vamos camino a
casa."
Sintió un respingo. Sonó una señal de advertencia, y en la consola se iluminaron
nuevas luces.
-¡Control, perdimos la computadora número 3! -gritó Hewitt-. ¡Perdimos un vector de
estado de navegación! ¡Repito, perdimos un vector de estado de navegación!
-Podría ser un desperfecto de medición inercial -dijo Andy Mercer, el otro especialista
de Misión sentado junto a Emma-. Ponlo fuera de línea.
-¡No! ¡Podría ser un bus de datos roto! -intervino Emma-. Yo digo que pongamos en
funcionamiento la copia de respaldo.
-De acuerdo -replicó Kittredge.
-Vamos a copia de respaldo -dijo Hewitt. Encendió la computadora número cinco.
El vector reapareció. Todos lanzaron un suspiro de alivio.
Un estallido de cargas explosivas indicó la separación del tanque de combustible vacío.
No podían verlo caer al mar, pero sabían que acababan de pasar otro punto de crisis.
Ahora el orbitador volaba libremente, un pájaro torpe y gordo que planeaba rumbo a casa.
Hewitt chilló:
-¡Mierda! ¡Hemos perdido una APU!
La mandíbula de Emma se contrajo cuando sonó otro timbre. Se había apagado una
unidad auxiliar de energía. Entonces se sintió el alarido de otra alarma, y su vista voló
hacia las consolas, envuelta en pánico. Una multitud de luces ámbar de advertencia
estaba brillando. En las pantallas de vídeo, habían desaparecido todos los datos. En
cambio, sólo se veían ominosas tiras negras y blancas. Una caída catastrófica de las
computadoras. Estaban volando sin datos de navegación. Sin controles de flap.
-¡Andy y yo estamos con el desperfecto de la APU! -gritó Emma.
-¡Enciendan la copia de respaldo otra vez!
Hewitt accionó el interruptor y lanzó una maldición.
-No me estoy divirtiendo para nada, muchachos. Acá no pasa nada...
-¡Hazlo otra vez! -Sigue sin reencenderse.
-¡La nave está volteándose! -exclamó Emma, y sintió que su estómago se agolpaba
hacia un costado.
Kittredge luchó con la palanca de control, pero ya habían caído demasiado a estribor.
El horizonte se puso vertical y se dio vuelta. El estómago de Emma se movió otra vez
cuando giraron y se enderezaron. La siguiente rotación llegó más rápidamente, y el
horizonte comenzó a retorcerse en un remolino vomitivo de cielo y mar y cielo. Una espiral
mortal.
Oyó el gemido de Hewitt; oyó que Kittredge decía, con una resignación apagada:
-La perdí.
Después se aceleraron los giros fatales, y la nave se zambulló hacia un final abrupto y
estremecedor.
Y sólo hubo silencio.
Una voz divertida se oyó en las unidades de comunicación. -Lo siento, chicos. No lo
lograron esta vez.
Emma se arrancó los auriculares. -¡Eso no fue justo, Hazel!
Jill Hewitt se sumó a su protesta.
-Oye, tú querías matarnos. No había manera de salvarla. Emma fue la primera de la
tripulación en salir del simulador de vuelo en transbordador. Con los otros precediéndola,
avanzó hacia la sala de control sin ventanas, donde los tres instructores estaban sentados
frente a una fila de consolas.
Hazel Barra, la líder del equipo, giró en su silla para enfrentar con una sonrisa
maliciosa a la alterada tripulación de cuatro personas del comandante Kittredge. Aunque
Hazel, con su glorioso cabello ondeado, parecía una madre lozana y terrenal, en realidad
era una jugadora cruel que hacía pasar a sus tripulaciones de vuelo por las simulaciones
más difíciles y parecía considerar una victoria cada vez que una tripulación no lograba
sobrevivir. Hazel tenía muy claro que cada lanzamiento podía terminar en un desastre, y
quería que sus astronautas estuvieran equipados con las habilidades para salir vivos.
Perder a uno de sus grupos era una pesadilla que esperaba que jamás tuviera que
enfrentar.
-Ese simulacro fue un golpe bajo, Hazel -se quejó Kittredge. -Oigan, ustedes se lo
pasaban sobreviviendo. Teníamos que bajarles el copete.
-Vamos -dijo Andy-. ¿Dos motores en el despegue? ¿Un bus de datos roto? ¿Una APU
caída? ¿Y después nos pones una computadora número cinco fallada? ¿De cuántos
desperfectos y problemas estamos hablando? No es realista.
Patrick, uno de los otros instructores, giró en la silla con una sonrisa.
-Ustedes ni siquiera notaron las otras cosas que hicimos. -¿Qué más había?
-Puse una falla en el sensor del tanque de oxígeno. Ninguno de ustedes vio el cambio
en la medición de la presión, ¿verdad? Kittredge lanzó una carcajada.
-¿Cuándo íbamos a tener tiempo? Estábamos haciendo malabares con una docena de
otros desperfectos.
Hazel levantó uno de sus robustos brazos para pedir tregua.
-Está bien, muchachos. Quizás exageramos. Francamente, nos sorprendió que
llegaran tan lejos con el abortamiento en RTLS. Quisimos tirarles otro problemita, para
hacerlo más interesante.
-Nos tiraste todo lo que tenías -replicó Hewitt.
-La verdad -dijo Patrick-es que ustedes son un poco arrogantes.
-La palabra es seguros.
-Lo cual es bueno -admitió Hazel-. Es bueno estar seguro de uno mismo. En el
simulacro integrado de la semana pasada, ustedes mostraron un gran trabajo de equipo.
Hasta Gordon Obie dijo que estaba impresionado.
-¿La Esfinge dijo eso? -Kittredge levantó sus cejas, sorprendido.
Gordon Obie era el director de Operaciones de Tripulaciones de Vuelo, un hombre tan
desconcertantemente silencioso y distante que en JCS nadie lo conocía en realidad.
Podía llegar a sentarse durante reuniones enteras de administración de misiones sin
pronunciar palabra, pero nadie dudaba de que estaba reconstruyendo, mentalmente, cada
detalle. Entre los astronautas, a Obie se lo consideraba tanto con admiración como con
bastante temor. Con su poder sobre las asignaciones finales de vuelo podía consagrar a
alguien o arruinar su carrera para siempre. El hecho de que había elogiado al equipo de
Kittredge era, por cierto, muy buena noticia.
Pero, con su siguiente comentario, Hazel les pateó el pedestal. -Sin embargo -dijo-, a
Obie le preocupa que ustedes se tomen todo esto demasiado a la ligera. Que para
ustedes siga siendo un juego. -¿Qué espera Obie que hagamos? -dijo Hewitt-.
¿Obsesionarnos con las diez mil maneras en que podríamos chocar e incendiarnos?
-El desastre no es teórico.
Esta declaración de Hazel, dicha en voz tan baja, hizo que todos cayeran en un
momentáneo silencio. Desde lo del Challenger, cada miembro del cuerpo de astronautas
estaba totalmente consciente de que era sólo cuestión de tiempo para que ocurriera otra
desgracia importante. Los seres humanos sentados sobre cohetes preparados para
explotar con dos millones de kilos de propulsión no podían darse el lujo de tomar a la
ligera los peligros de su profesión. Pero hablaban muy poco de morir en el espacio;
mencionarlo era admitir esa posibilidad, reconocer que el próximo Challenger podría
incluir el propio nombre en la lista de tripulación.
Hazel se dio cuenta de que había echado un balde de agua fría en el buen ánimo de
ellos. No era una buena manera de terminar una sesión de entrenamiento, por lo que
retrocedió en su crítica anterior.
-Dije eso sólo porque ustedes están tan bien integrados. Tengo que trabajar mucho
para hacerlos tropezar. Faltan tres meses para el lanzamiento, y ustedes ya están en
buena forma. Pero lo quiero en una forma aun mejor.
-En otras palabras, chicos -dijo Patrick desde su consola-. No tan arrogantes.
Bob Kittredge agachó la cabeza fingiendo humildad. -Nos vamos a casa a ponernos los
cilicios.
-La confianza excesiva es peligrosa -dijo Hazel. Se levantó de la silla y se puso de pie
frente a Kittredge. Veterano de tres vuelos de transbordador, Kittredge era media cabeza
más alto, y tenía la resuelta apostura de un piloto naval, lo que había sido antes. Hazel no
estaba intimidada por Kittredge, ni por ninguno de sus astronautas. Fueran científicos de
cohete o héroes militares, inspiraban en ella la misma preocupación maternal: el deseo de
que volvieran vivos de sus misiones.
-Eres tan bueno en el mando, Bob -dijo-, que le has hecho creer a tu tripulación que es
fácil.
-No, son ellos los que lo hacen parecer fácil. Porque son buenos.
-Ya veremos. El simulacro integrado se fijó para el martes, con Hawley e Higuchi a
bordo. Vamos a sacar nuevos trucos de la galera. Kittredge sonrió.
-Bien, trata de matarnos. Pero sé justa al hacerlo.
-El destino pocas veces es justo -dijo Hazel con solemnidad-. No esperes que yo lo
sea.
Emma y Bob Kittredge estaban sentados en un reservado del salón Fly By Night,
bebiendo cerveza y diseccionando las simulaciones de ese día. Era un ritual que habían
establecido once meses atrás, durante los comienzos de la formación del grupo, cuando
los cuatro se habían juntado por primera vez como la tripulación del vuelo transbordador
162. Todos los viernes a la noche, se encontraban en el Fly By Night, localizado en el
número 1 de Nasa Road, a metros del Centro Espacial Johnson, y examinaban los
avances del entrenamiento. Lo que habían hecho bien, lo que todavía necesitaban
mejorar. Kittredge, quien elegía personalmente a cada miembro de su tripulación, había
empezado el ritual. Aunque ya trabajaban más de sesenta horas por semana, él jamás
parecía tener ganas de ir a su casa. Emma había creído que la razón era que el
recientemente divorciado Kittredge vivía solo y odiaba tener que volver a una casa vacía.
Pero cuando lo conoció mejor, se dio cuenta de que esas reuniones eran, simplemente,
su manera de prolongar la excitación de adrenalina de su trabajo. Kittredge vivía para
volar. Sólo para entretenerse, leía los horriblemente austeros manuales de
transbordadores. Pasaba todos sus momentos libres en los controles de uno de los T38
de la NASA. Casi parecía que detestaba la fuerza de gravedad que ataba sus pies a la
Tierra.
No podía entender por qué el resto de la tripulación querría volver a sus hogares al final
del día, y esta noche parecía un poco melancólico porque eran sólo ellos dos los que
estaban sentados a su mesa habitual del Fly By Night. Jill Hewitt estaba en el concierto de
piano de su sobrino, y Andy Mercer había ido a su casa a festejar su décimo aniversario
de bodas. Sólo Emma y Kittredge se habían presentado a la hora señalada, y ahora que
habían terminado de desmenuzar las simulaciones de esa semana, se produjo un largo
silencio entre ellos. Se les habían acabado los temas de conversación de su profesión y,
por lo tanto, había perdido fuerza.
-Mañana me voy a llevar uno de los T38 a White Sands-dijo él-. ¿Quieres venir?
-No puedo. Tengo una cita con mi abogado. -¿Así que tú y Jack seguirán adelante con
eso? Ella suspiró.
-Las cosas ya están en marcha. Jack tiene su abogado y yo tengo el mío. Este divorcio
se ha transformado en un tren sin control. -Suena como si tuvieras dudas.
Con firmeza, dejó su cerveza en la mesa. -No tengo ninguna duda.
-¿Entonces por qué sigues usando el anillo?
Ella se miró el anillo matrimonial de oro. Con una repentina ferocidad, trató de
quitárselo, pero descubrió que no podía moverlo. Después de siete años en el dedo, el
anillo parecía haberse moldeado en su carne, y se negaba a que lo amputaran. Lanzó una
maldición y tironeó otra vez; ahora con tanta fuerza que el anillo arrancó un poco de piel
cuando se deslizó hasta el nudillo. Lo puso sobre la mesa.
-Ahí tienes. Una mujer libre. Kittredge rió.
-Ustedes dos han estado arrastrando este divorcio más tiempo de lo que yo estuve
casado. ¿Sobre qué se están peleando?
Ella, súbitamente fatigada, se hundió en la silla.
-Sobre todo. Lo admito, yo tampoco fui razonable. Hace unas semanas, intentamos
sentarnos y hacer una lista de todas nuestras posesiones. Lo que yo quiero, lo que él
quiere. Nos prometimos que íbamos a ser civilizados al respecto. Dos adultos maduros y
en calma. Bueno, para cuando llegamos a la mitad de la lista, era una guerra declarada.
Sin prisioneros. -Suspiró. En realidad, así habían sido Jack y ella siempre. Igualmente
obstinados, ferozmente apasionados. Ya fuera en el amor o en la guerra, siempre volaban
chispas entre ellos. -Sólo pudimos ponernos de acuerdo en una cosa -dijo-. Yo me quedo
con el gato.
-Qué suerte. Ella lo miró. -¿Tú te arrepientes de algo?
-¿Te refieres a mi divorcio? Jamás. -Aunque su respuesta había sido inequívoca y
desapasionada, su mirada había caído, como si estuviera intentando ocultar una verdad
que ambos conocían: él seguía lamentando el fracaso de su matrimonio. Hasta un
hombre lo suficientemente temerario como para atarse sobre millones de kilos de
combustible explosivo podía sufrir por una soledad de lo más común.
-Mira, éste es el problema, finalmente pude deducirlo -dijo-. Los civiles no nos
entienden porque no pueden compartir el sueño. Los únicos que siguen casados con
astronautas son santos o mártires. O aquellos a quienes no les importa un carajo si nos
morimos. -Lanzó una carcajada. -Bonete no era ninguna mártir. Y desde ya que no
entendía para nada el sueño.
Emma contempló su anillo de bodas, que brillaba sobre la mesa. Jack sí lo entiendedijo
en voz baja-. Era su sueño también. Eso es lo que arruinó lo nuestro, sabes. Que yo
voy y él no. Que es él quien queda atrás.
-Entonces debe crecer y enfrentar la realidad. No todos tienen la fibra necesaria.
-Sabes, me gustaría que no te refirieras a él como si fuera un rechazado.
-Oye, él fue el que renunció.
-¿Qué otra cosa podía hacer? Sabía que no lo iban a asignar a ningún vuelo. Si no te
van a dejar volar, no tiene sentido estar en el cuerpo.
-Lo rechazaron por su propio bien.
-Fueron suposiciones médicas. Tener una piedra en el riñón no quiere decir que
tendrás otra.
-Está bien, doctora Watson. Tú eres la médica. Dime esto: ¿tú aceptarías a Jack en tu
tripulación? ¿Conociendo su problema médico?
Ella hizo una pausa.
-Sí. Como médica, sí, lo haría. Lo más probable es que Jack esté perfectamente bien
en el espacio. Tiene tanto para ofrecer que no puedo imaginar por qué ellos no querían
que él estuviera allí. Puedo estar divorciándome de él, pero lo respeto.
Kittredge se rió y luego vació su vaso de cerveza. -No eres exactamente objetiva sobre
esto, ¿verdad?
Ella comenzó a discutir, hasta que se dio cuenta de que no tenía ninguna defensa.
Kittredge tenía razón. Cuando se tocaba el tema de Jack McCallum, ella nunca había sido
objetiva.
Afuera, bajo el calor húmedo de una noche de verano en Houston, Emma se detuvo en
el estacionamiento del Fly By Night y contempló el cielo. El resplandor de las luces de la
ciudad apagaba las estrellas, pero de todas formas podía distinguir constelaciones
confortablemente familiares. Cassiopeia y Andrómeda y las Siete Hermanas. Cada vez
que las miraba, recordaba lo que Jack le había dicho una noche de verano cuando
estaban acostados en el pasto, mirando las estrellas. La noche en que por primera vez se
había dado cuenta de que estaba enamorada de él. Los cielos están llenos de mujeres,
Emma. Tú también tienes que estar allí.
En voz baja, dijo: -Tú también, Jack.
Abrió su auto y se introdujo en el asiento del conductor. Buscó en su bolsillo hasta que
encontró el anillo de bodas. Al contemplarlo en la penumbra del auto, pensó en los siete
años de matrimonio que representaba. Que ahora estaba casi terminado.
Volvió a guardar el anillo en el bolsillo. Su mano izquierda parecía desnuda, expuesta.
"Tendré que acostumbrarme", pensó, y encendió el auto.
© 1999 by Tess Gerritsen
© 2000 Emecé Editores S.A.
Alsina 2062 - Buenos Aires
I.S.B.N.: 950-04-2132-X
Edición digital: fabian
Revisión: Leticia Q
R6 04/03
Estaba deslizándose por el borde del abismo.
Abajo, bostezaba la acuática negrura de un submundo frígido, donde el sol jamás había
penetrado, donde la única luz era la chispa fugaz de una criatura bioluminiscente.
Acostado boca abajo en la cucheta corporal de forma adaptable del Deep Flight tv, con la
cabeza protegida por un cono de acrílico transparente, el doctor Stephen D. Ahearn tuvo
la estimulante sensación de estar volando, sin trabas, a través de la vastedad del espacio.
En los rayos de las luces de las alas vio la llovizna suave y continua de restos orgánicos
que caían desde las aguas llenas de luz que estaban más arriba. Eran cadáveres de
protozoos, descendiendo a través de miles de metros de agua hacia su tumba definitiva
en el lecho del océano.
Navegaba a través de esa suave lluvia de restos, y dirigió al Deep Flight IV a lo largo
del borde del cañón subacuático, con el abismo a babor, el suelo de la meseta abajo.
Aunque el sedimento era aparentemente yermo, había señales de vida en todos lados.
Grabadas en el lecho del mar se veían huellas y surcos de criaturas errantes, que ahora
estaban ocultas y a salvo en su capa de sedimento. También vio señales de actividad
humana: una cadena oxidada, sinuosamente envuelta alrededor de un ancla caída; una
botella de gaseosa, a medias sumergida en un desprendimiento. Fantasmales restos del
extraño mundo de la superficie.
De repente, surgió una visión sorprendente. Se veía como si estuviera atravesando un
bosque submarino de troncos de árboles chamuscados. Los objetos eran chimeneas que
largaban humo negro, tubos de seis metros formados por minerales disueltos que
emergían de grietas en la corteza terrestre. Con las palancas de mando, maniobró el
Deep Flight IV suavemente hacia estribor, para esquivar las chimeneas.
-He alcanzado la abertura hidrotérmica-dijo-. Avanzando a dos nudos, chimeneas de
humo a babor.
-¿Cómo se está comportando? -la voz de Helen crepitó en su auricular.
-De maravilla. Quiero uno de estos para mí. Ella rió.
-Prepárate a firmar un gran cheque, Steve. ¿Ya divisaste el campo de nódulos?
Debería de estar inmediatamente adelante.
Ahearn se quedó en silencio durante un momento, mientras se asomaba en la
oscuridad acuática. Un minuto más tarde, contestó: -Lo veo.
Los nódulos de manganeso tenían el aspecto de terrones de carbón dispersos en el
lecho del océano. Con su extraña, casi bizarra lisura, formados por minerales que se
solidificaban alrededor de piedras o granos de arena, eran una fuente muy valiosa de
titanio y otros metales preciosos. Pero él no les prestó atención a los nódulos. Estaba en
busca de un premio mucho más valioso.
-Me dirijo hacia el cañón -dijo.
Con las palancas de mando, maniobró el Deep Flight IV en dirección al borde de la
meseta. Mientras su velocidad aumentaba a dos nudos y medio, las alas, diseñadas para
producir el efecto opuesto al de las alas de un aeroplano, arrastraron el submarino hacia
abajo. Comenzó a descender en el abismo.
-Mil cien metros -contó-. Mil ciento cincuenta...
-Ten cuidado con la zona de despeje. Es una grieta angosta. ¿Estás monitoreando la
temperatura del agua?
-Está comenzando a elevarse. Ahora llegó a trece grados. -Todavía estás lejos de la
abertura. Estarás en agua caliente dentro de unos dos mil metros.
De pronto, una sombra cruzó frente a la cara de Ahearn. Se echó hacia atrás y, sin
darse cuenta, le dio un tirón a la palanca de mandos que hizo que la nave se moviera a
estribor. El duro golpe del submarino contra la pared del cañón causó una resonante onda
de choque en el casco.
-¡Dios!
-¿Estado? -dijo Helen-. ¿Steve, cuál es el estado?
Él estaba hiperventilando, el pánico hacía que su corazón golpeara contra la cucheta
corporal. El casco. ¿Se dañó el casco? A través del sonido áspero de su propia
respiración, se preparó para oír el gruñido del metal que cedía, la fatal ráfaga de agua.
Estaba a más de mil metros debajo de la superficie, y más de cien atmósferas de presión
lo apretaban como un puño por todos lados. Una brecha en el casco, una explosión de
agua, y quedaría aplastado.
-¡Steve, contéstame!
Sentía el cuerpo empapado en sudor frío. Por fin consiguió hablar. -Me asusté...
Choqué contra la pared del cañón...
-¿Hay algún daño? Miró fuera de la cabina.
-No puedo decirlo. Creo que golpeó contra el arrecife con la unidad delantera del sonar.
-¿Todavía puedes maniobrar?
Movió las palancas de mando. La nave se corrió levemente hacia babor.
-Sí, sí. -Suspiró hondo. -Creo que estoy bien. Algo nadó frente a la cabina. Me
sobresaltó.
-¿Algo?
-¡Pasó tan rápido! Sólo vi una línea... Como una serpiente deslizándose.
-¿Era como la cabeza de un pez en el cuerpo de una anguila? -Sí. Sí, eso es lo que vi.
-Entonces era un pez zoarcido. Thermarces cerberus.. -Cerberus, pensó Ahearn con un
estremecimiento. El perro de tres cabezas que cuida los portales del infierno.
-El calor y el sulfuro los atrae -explicó Helen-. Vas a ver más cuando te acerques a la
abertura.
Si tú lo dices. Ahearn no conocía prácticamente nada de biología marina. Las criaturas
que ahora se deslizaban cerca de su cúpula de acrílico eran apenas objetos de curiosidad
para él, carteles vivientes que señalaban el camino hacia su objetivo. Con ambas manos
sujetando firmemente los controles, dirigió el Deep Flight IV a una profundidad mayor del
abismo.
Dos mil metros. Tres mil. ¿Y si había dañado el casco?
Cuatro mil metros. La presión aplastante del agua crecía linealmente a medida que
descendía. Ahora el agua era más negra, coloreada por estelas de sulfuro que surgían de
la abertura que estaba más abajo. Las luces de las alas apenas conseguían penetrar esa
gruesa suspensión mineral. Cegado por los remolinos de sedimentos, maniobró para salir
del agua teñida de sulfuro, y su visibilidad mejoró. Estaba descendiendo hacia un costado
de la abertura hidrotérmica, fuera de la extensión del agua calentada por el magma. Sin
embargo, la temperatura externa seguía aumentando.
Cuarenta y nueve grados.
Otra estela de movimiento atravesó su campo de visión. Esta vez, consiguió mantener
firmes los controles. Vio más peces zoarcidos, como serpientes gordas colgando cabeza
abajo como si estuvieran suspendidas en el espacio. El agua que manaba de la abertura
era rica en sulfuro de hidrógeno calentado, una sustancia química tóxica e incompatible
con la vida. Pero incluso en estas aguas negras y venenosas, la vida se las había
arreglado para florecer, en formas fantásticas y hermosas. Pegados a las paredes del
cañón había gusanos Riftia oscilantes, de dos metros de largo, adornados con tocados de
estelas escarlata. Vio grupos de almejas gigantes, de caparazón blanca, con
aterciopeladas lenguas rojas. Y vio cangrejos, inquietantemente pálidos y fantasmales
que se escondían en las hendeduras.
Aunque la unidad de aire acondicionado estaba en funcionamiento, comenzó a sentir
calor.
Seis mil metros. La temperatura del agua: ochenta y dos grados. En la estela misma,
calentada por el magma hirviendo, las temperaturas superarían los doscientos sesenta
grados. Que pudiera existir vida aquí, en la oscuridad total, en estas aguas venenosas y
recalentadas, parecía milagroso.
-Estoy en seis mil sesenta -dijo-. No lo veo.
En sus auriculares, la voz de Helen sonaba débil y crepitante. -Hay un saliente en la
pared. Deberías verlo cerca de los seis mil ochenta metros.
-Lo estoy buscando.
-Disminuye la velocidad de descenso. Va a aparecer rápidamente. -Seis mil setenta,
sigo buscando. Esto parece sopa de arvejas. Quizá yo esté en mala posición.
-...Lecturas de sonar... derrumbándose, ¡encima de ti! -Su frenético mensaje se perdió
en la estática.
-No copié eso. Repite.
-¡La pared del cañón está cediendo! Hay escombros cayendo sobre ti. ¡Sal de ahí!
Los fuertes pings de las rocas que golpeaban el casco lo hicieron entrar en pánico y
empujar hacia adelante las palancas de mando. Una sombra enorme se desmoronó a
través de la oscuridad más adelante y chocó contra un saliente del cañón, que lanzó una
nueva lluvia de escombros en el abismo. Los pings se aceleraron. Después se oyó un
estruendo ensordecedor, y el traqueteo que lo precedió fue como un puñetazo.
Su cabeza dio un salto hacia adelante, y la mandíbula golpeó contra la cucheta. Sintió
que se inclinaba hacia un costado, oyó el nauseabundo gemido del metal cuando el ala de
estribor raspó las rocas que sobresalían. El submarino siguió avanzando, mientras el
sedimento se arremolinaba alrededor de la cúpula formando una nube que impedía la
orientación.
Usó la palanca de emergencia para dejar caer todo el peso y movió los controles para
hacer ascender el submarino. Deep Flight IV avanzó dando sacudidas, con el metal
rechinando contra las rocas, hasta que, inesperadamente, se detuvo. Él quedó congelado
en el lugar, y el submarino se inclinó a estribor. Movió las palancas, frenéticamente, con
las turbinas al máximo.
Ninguna respuesta.
Hizo una pausa. El corazón le latía salvajemente mientras intentaba mantener el control
por encima de su pánico creciente. ¿Por qué no se movía? ¿Por qué no respondía el
submarino? Se obligó a revisar las dos unidades de imagen digital. La energía de la
batería estaba intacta. La unidad de corriente eléctrica seguía funcionando. El medidor de
profundidad marcaba seis mil ochenta y dos metros.
Con lentitud, el sedimento comenzó a despejarse, y las sombras recobraron su forma a
la luz del faro de babor. Al mirar hacia adelante, a través de la cúpula, vio un paisaje
extraño de piedras negras puntiagudas y gusanos Riftia rojo sangre. Estiró el cuello para
mirar el ala de estribor. Lo que vio le revolvió el estómago.
El ala estaba fuertemente encajada entre dos rocas. No podía moverse hacia adelante
ni hacia atrás. "Estoy atrapado en una tumba, a más de seis mil metros debajo del mar."
-¿... Me copias? ¿Steve, me copias?
Oyó su propia voz, debilitada por el miedo:
-No me puedo mover, el ala de estribor se atascó...
-Los flaps del ala de estribor. Un pequeño movimiento podría liberarte.
-Ya lo intenté. Intenté todo. No me muevo.
Se produjo un silencio mortal en los auriculares. ¿Había perdido el contacto? ¿Lo
habían desconectado? Pensó en el barco allá arriba, lejos, la cubierta que se balanceaba
suavemente en el oleaje. Pensó en la luz del sol. Había sido un hermoso día soleado en
la superficie, y los pájaros se deslizaban en el cielo. El mar era un azul sin fondo...
Escuchó la voz de un hombre. Era la de Palmer Gabriel, el hombre que había
financiado la expedición, hablando con calma y control, como siempre.
-Estamos comenzando los procedimientos de rescate, Steve. Ya está descendiendo el
otro submarino. Te vamos a subir a la superficie lo más pronto que podamos. -Hubo una
pausa, y después, agregó: -¿Ves algo? ¿Qué hay alrededor?
-Yo... Yo estoy parado en un saliente justo arriba de la abertura. -¿Qué detalles puedes
distinguir?
-¿Qué?
-Estás a seis mil ochenta y dos metros, justo la profundidad que nos interesa. ¿Qué me
dices de ese saliente? ¿De las rocas? "Voy a morir, y él me pregunta sobre las putas
rocas." -Steve, utiliza el estroboscopio. Dinos qué ves.
Se obligó a mirar el tablero de instrumentos y encendió el interruptor del estroboscopio.
Brillantes estallidos de luz surgieron en la oscuridad. Contempló el paisaje, ahora
revelado, que titilaba ante sus retinas. Antes, se había concentrado en los gusanos. Ahora
su atención se dirigió al inmenso campo de escombros dispersos a lo largo del lecho de la
saliente. Las rocas eran negras como carbón, como nódulos de magnesio, pero éstas
tenían bordes dentados, como fragmentos congelados de vidrio. Cuando miró a la
derecha, en dirección de las rocas recientemente fracturadas que atrapaban el ala, de
pronto se dio cuenta de qué era lo que estaba viendo.
-Helen tiene razón -susurró. -No copié eso.
-¡Tenía razón! La fuente de iridio... La tengo a la vista...
-Se está apagando. Te recomiendo... -La voz de Gabriel se quebró en estática y se
apagó.
-No copié. Repito, ¡no copié! -dijo Ahearn. No hubo respuesta.
Oyó el bombeo de su corazón, el rugido de su propia respiración. "Despacio, despacio.
Estoy usando demasiado rápido el oxígeno que me queda..."
Más allá de la cúpula de acrílico, la vida se deslizaba en una delicada danza a través
de aguas venenosas. A medida que los minutos se hacían horas, contempló el balanceo
de los gusanos Riftia, con sus estelas escarlata absorbiendo nutrientes. Vio un cangrejo
sin ojos que se arrastraba con lentitud en el campo de piedras.
Las luces se amortiguaron. Las hélices del aire acondicionado se apagaron de pronto.
Se estaba acabando la batería.
Apagó la luz del estroboscopio. Sólo la débil luz del ala de babor brillaba ahora. En
unos minutos comenzaría a sentir el calor de esa agua cargada del magma de ochenta y
dos grados. El calor pasaría a través del casco, y lo cocinaría vivo lentamente, en su
propio sudor. Ya sentía las gotas que goteaban desde su cuero cabelludo y se deslizaban
por las mejillas. Mantuvo la vista fija en ese cangrejo solitario, que avanzaba dando
delicadas cabriolas por el campo pétreo.
La luz del ala titiló. Y se apagó.
EL LANZAMIENTO
DOS
Julio 7
Dos años después
Abortar.
A través del trueno de los motores de propulsión de cohete impulsados por combustible
sólido y del traqueteo del orbitador que hacía rechinar los dientes, la orden de abortar
apareció con tanta claridad en la mente de Emma Watson, la especialista de Misión que
fue como si la hubiera oído en un grito a través de su unidad de comunicación. De hecho,
ningún miembro de la tripulación había dicho, esa palabra en voz alta, pero en ese
instante ella supo que había que tomar una decisión, y rápido. Aún no había oído el
veredicto del comandante Bob Kittredge o de la piloto Jill Hewitt, sentados en la cabina
frente a ella. No era necesario. Habían trabajado juntos en equipo tanto tiempo que
podían leerse las mentes, y las luces ámbar de alerta que titilaban en la consola de vuelo
del transbordador dictaban claramente las acciones a seguir.
Segundos antes, el Endeavour había alcanzado Max Q, el punto de lanzamiento de
mayor tensión aerodinámica, cuando el orbitador, al empujar contra la resistencia de la
atmósfera comienza a estremecerse violentamente. Kittredge había desacelerado un
poco, al setenta por ciento, para amortiguar las vibraciones. En ese momento, las luces
de la consola les indicaron que habían perdido dos de los tres motores principales. Incluso
con un motor principal y los dos motores de propulsión de combustible sólido en
funcionamiento, jamás llegarían a entrar en órbita.
Tenían que abortar el lanzamiento.
-Control, aquí el Endeavour-dijo Kittredge, con la voz nítida y firme, sin ninguna señal
de temor-. No podemos acelerar. Los ME * cayeron en Max Q. Estamos atascados en el
balde. Vamos a abortar en RTLS.
-Comprendido, Endeavour. Confirmamos que cayeron dos ME. Procedan a abortar en
RTLS después de quemar y agotar los SRB. Emma ya estaba buscando en la pila de
listas de controles, y tomó la tarjeta de "Abortamiento en modo Regreso al Sitio de
Lanzamiento". La tripulación conocía de memoria todos los pasos del procedimiento,
pero, en el frenético ritmo de un abortamiento de emergencia, se podía olvidar alguna
acción vital. La lista de controles era un sistema de seguridad.
Con el corazón a toda velocidad, Emma revisó los pasos apropiados, claramente
marcados en azul. Era posible sobrevivir a un abortamiento en RTLS con dos motores
apagados, pero sólo en teoría. Debía ocurrir una secuencia de sucesos casi milagrosos.
Primero tenían que arrojar combustible y cortar el último motor principal antes de separar
el enorme tanque externo de combustible. Después Kittredge daría vuelta el orbitador en
posición cabeza arriba, apuntando de regreso al sitio de lanzamiento. Tendría una
oportunidad, y sólo una, de guiarlos hacia un aterrizaje seguro en Kennedy. Un pequeño
error hundiría al Endeavour en el mar.
Ahora sus vidas estaban en manos del comandante Kittredge. Su voz, en constante
comunicación con Control de Misión, aún sonaba firme, hasta un poco aburrida, mientras
se aproximaban a la marca de dos minutos. El próximo punto de crisis. La pantalla cRT
mostró la señal Pc 50. Los motores de propulsión de cohete sólido estaban quemando el
combustible, en el momento apropiado. Emma sintió de inmediato la alarmante
desaceleración que se produjo cuando los motores consumieron el último combustible.
Entonces, una brillante explosión de luz en la ventana hizo que entrecerrara los ojos en el
momento en que las SRB estallaron alelándose del tanque.
El rugido del lanzamiento se transformó en un ominoso silencio, el violento
estremecimiento se calmó y pasó a ser un movimiento suave, casi tranquilo. En la abrupta
calma, ella sintió cómo se aceleraba su propio pulso, con el corazón golpeando como un
puño contra la constricción de su pecho.
Hay un glosario al final del libro que contiene muchas de estas siglas (N. del A.)
-Control, aquí el Endeavour -dijo Kittredge, sin perder su antinatural calma-. Tenemos
separación de SRB. -Comprendido, la vemos.
-Iniciando el abortamiento. -Kittredge liberó el botón de Abortamiento, con el interruptor
rotante ya en posición de la opción RTLS.
En su unidad de comunicación, Emma oyó que Jill Hewitt gritaba: -¡Emma, oigamos la
lista de control!
-La tengo.
Emma comenzó a leer en voz alta, y el sonido de su propia voz era de una calma tan
alarmante como la de Kittredge. Nadie que escuchara ese diálogo podría imaginar que
estaban frente a una catástrofe. Habían adoptado la modalidad de máquinas, el pánico
suprimido, todas las acciones guiadas por memorias y entrenamientos repetidos. Las
computadoras de a bordo marcarían automáticamente el trayecto de regreso. Seguían
desacelerando, pero todavía estaban subiendo a ciento veintidós mil metros mientras
agotaban el combustible.
En ese momento ella sintió el mareo de la rotación cuando el orbitador comenzó su
maniobra de volteo. El horizonte, que había estado invertido, de pronto se enderezó
cuando dieron la vuelta rumbo a Kennedy, a casi ochocientos cincuenta kilómetros de
distancia.
-Endeavour, aquí control. Accionen la interrupción del motor principal.
-Comprendido -respondió Kittredge-. Ahora, MECO.
En el panel de instrumentos, los indicadores del estado de los tres motores lanzaron
luces rojas. Él había cortado los motores principales, y en veinte segundos el tanque de
combustible externo caería en el mar.
"La altura está disminuyendo rápidamente", pensó Emma. "Pero vamos camino a
casa."
Sintió un respingo. Sonó una señal de advertencia, y en la consola se iluminaron
nuevas luces.
-¡Control, perdimos la computadora número 3! -gritó Hewitt-. ¡Perdimos un vector de
estado de navegación! ¡Repito, perdimos un vector de estado de navegación!
-Podría ser un desperfecto de medición inercial -dijo Andy Mercer, el otro especialista
de Misión sentado junto a Emma-. Ponlo fuera de línea.
-¡No! ¡Podría ser un bus de datos roto! -intervino Emma-. Yo digo que pongamos en
funcionamiento la copia de respaldo.
-De acuerdo -replicó Kittredge.
-Vamos a copia de respaldo -dijo Hewitt. Encendió la computadora número cinco.
El vector reapareció. Todos lanzaron un suspiro de alivio.
Un estallido de cargas explosivas indicó la separación del tanque de combustible vacío.
No podían verlo caer al mar, pero sabían que acababan de pasar otro punto de crisis.
Ahora el orbitador volaba libremente, un pájaro torpe y gordo que planeaba rumbo a casa.
Hewitt chilló:
-¡Mierda! ¡Hemos perdido una APU!
La mandíbula de Emma se contrajo cuando sonó otro timbre. Se había apagado una
unidad auxiliar de energía. Entonces se sintió el alarido de otra alarma, y su vista voló
hacia las consolas, envuelta en pánico. Una multitud de luces ámbar de advertencia
estaba brillando. En las pantallas de vídeo, habían desaparecido todos los datos. En
cambio, sólo se veían ominosas tiras negras y blancas. Una caída catastrófica de las
computadoras. Estaban volando sin datos de navegación. Sin controles de flap.
-¡Andy y yo estamos con el desperfecto de la APU! -gritó Emma.
-¡Enciendan la copia de respaldo otra vez!
Hewitt accionó el interruptor y lanzó una maldición.
-No me estoy divirtiendo para nada, muchachos. Acá no pasa nada...
-¡Hazlo otra vez! -Sigue sin reencenderse.
-¡La nave está volteándose! -exclamó Emma, y sintió que su estómago se agolpaba
hacia un costado.
Kittredge luchó con la palanca de control, pero ya habían caído demasiado a estribor.
El horizonte se puso vertical y se dio vuelta. El estómago de Emma se movió otra vez
cuando giraron y se enderezaron. La siguiente rotación llegó más rápidamente, y el
horizonte comenzó a retorcerse en un remolino vomitivo de cielo y mar y cielo. Una espiral
mortal.
Oyó el gemido de Hewitt; oyó que Kittredge decía, con una resignación apagada:
-La perdí.
Después se aceleraron los giros fatales, y la nave se zambulló hacia un final abrupto y
estremecedor.
Y sólo hubo silencio.
Una voz divertida se oyó en las unidades de comunicación. -Lo siento, chicos. No lo
lograron esta vez.
Emma se arrancó los auriculares. -¡Eso no fue justo, Hazel!
Jill Hewitt se sumó a su protesta.
-Oye, tú querías matarnos. No había manera de salvarla. Emma fue la primera de la
tripulación en salir del simulador de vuelo en transbordador. Con los otros precediéndola,
avanzó hacia la sala de control sin ventanas, donde los tres instructores estaban sentados
frente a una fila de consolas.
Hazel Barra, la líder del equipo, giró en su silla para enfrentar con una sonrisa
maliciosa a la alterada tripulación de cuatro personas del comandante Kittredge. Aunque
Hazel, con su glorioso cabello ondeado, parecía una madre lozana y terrenal, en realidad
era una jugadora cruel que hacía pasar a sus tripulaciones de vuelo por las simulaciones
más difíciles y parecía considerar una victoria cada vez que una tripulación no lograba
sobrevivir. Hazel tenía muy claro que cada lanzamiento podía terminar en un desastre, y
quería que sus astronautas estuvieran equipados con las habilidades para salir vivos.
Perder a uno de sus grupos era una pesadilla que esperaba que jamás tuviera que
enfrentar.
-Ese simulacro fue un golpe bajo, Hazel -se quejó Kittredge. -Oigan, ustedes se lo
pasaban sobreviviendo. Teníamos que bajarles el copete.
-Vamos -dijo Andy-. ¿Dos motores en el despegue? ¿Un bus de datos roto? ¿Una APU
caída? ¿Y después nos pones una computadora número cinco fallada? ¿De cuántos
desperfectos y problemas estamos hablando? No es realista.
Patrick, uno de los otros instructores, giró en la silla con una sonrisa.
-Ustedes ni siquiera notaron las otras cosas que hicimos. -¿Qué más había?
-Puse una falla en el sensor del tanque de oxígeno. Ninguno de ustedes vio el cambio
en la medición de la presión, ¿verdad? Kittredge lanzó una carcajada.
-¿Cuándo íbamos a tener tiempo? Estábamos haciendo malabares con una docena de
otros desperfectos.
Hazel levantó uno de sus robustos brazos para pedir tregua.
-Está bien, muchachos. Quizás exageramos. Francamente, nos sorprendió que
llegaran tan lejos con el abortamiento en RTLS. Quisimos tirarles otro problemita, para
hacerlo más interesante.
-Nos tiraste todo lo que tenías -replicó Hewitt.
-La verdad -dijo Patrick-es que ustedes son un poco arrogantes.
-La palabra es seguros.
-Lo cual es bueno -admitió Hazel-. Es bueno estar seguro de uno mismo. En el
simulacro integrado de la semana pasada, ustedes mostraron un gran trabajo de equipo.
Hasta Gordon Obie dijo que estaba impresionado.
-¿La Esfinge dijo eso? -Kittredge levantó sus cejas, sorprendido.
Gordon Obie era el director de Operaciones de Tripulaciones de Vuelo, un hombre tan
desconcertantemente silencioso y distante que en JCS nadie lo conocía en realidad.
Podía llegar a sentarse durante reuniones enteras de administración de misiones sin
pronunciar palabra, pero nadie dudaba de que estaba reconstruyendo, mentalmente, cada
detalle. Entre los astronautas, a Obie se lo consideraba tanto con admiración como con
bastante temor. Con su poder sobre las asignaciones finales de vuelo podía consagrar a
alguien o arruinar su carrera para siempre. El hecho de que había elogiado al equipo de
Kittredge era, por cierto, muy buena noticia.
Pero, con su siguiente comentario, Hazel les pateó el pedestal. -Sin embargo -dijo-, a
Obie le preocupa que ustedes se tomen todo esto demasiado a la ligera. Que para
ustedes siga siendo un juego. -¿Qué espera Obie que hagamos? -dijo Hewitt-.
¿Obsesionarnos con las diez mil maneras en que podríamos chocar e incendiarnos?
-El desastre no es teórico.
Esta declaración de Hazel, dicha en voz tan baja, hizo que todos cayeran en un
momentáneo silencio. Desde lo del Challenger, cada miembro del cuerpo de astronautas
estaba totalmente consciente de que era sólo cuestión de tiempo para que ocurriera otra
desgracia importante. Los seres humanos sentados sobre cohetes preparados para
explotar con dos millones de kilos de propulsión no podían darse el lujo de tomar a la
ligera los peligros de su profesión. Pero hablaban muy poco de morir en el espacio;
mencionarlo era admitir esa posibilidad, reconocer que el próximo Challenger podría
incluir el propio nombre en la lista de tripulación.
Hazel se dio cuenta de que había echado un balde de agua fría en el buen ánimo de
ellos. No era una buena manera de terminar una sesión de entrenamiento, por lo que
retrocedió en su crítica anterior.
-Dije eso sólo porque ustedes están tan bien integrados. Tengo que trabajar mucho
para hacerlos tropezar. Faltan tres meses para el lanzamiento, y ustedes ya están en
buena forma. Pero lo quiero en una forma aun mejor.
-En otras palabras, chicos -dijo Patrick desde su consola-. No tan arrogantes.
Bob Kittredge agachó la cabeza fingiendo humildad. -Nos vamos a casa a ponernos los
cilicios.
-La confianza excesiva es peligrosa -dijo Hazel. Se levantó de la silla y se puso de pie
frente a Kittredge. Veterano de tres vuelos de transbordador, Kittredge era media cabeza
más alto, y tenía la resuelta apostura de un piloto naval, lo que había sido antes. Hazel no
estaba intimidada por Kittredge, ni por ninguno de sus astronautas. Fueran científicos de
cohete o héroes militares, inspiraban en ella la misma preocupación maternal: el deseo de
que volvieran vivos de sus misiones.
-Eres tan bueno en el mando, Bob -dijo-, que le has hecho creer a tu tripulación que es
fácil.
-No, son ellos los que lo hacen parecer fácil. Porque son buenos.
-Ya veremos. El simulacro integrado se fijó para el martes, con Hawley e Higuchi a
bordo. Vamos a sacar nuevos trucos de la galera. Kittredge sonrió.
-Bien, trata de matarnos. Pero sé justa al hacerlo.
-El destino pocas veces es justo -dijo Hazel con solemnidad-. No esperes que yo lo
sea.
Emma y Bob Kittredge estaban sentados en un reservado del salón Fly By Night,
bebiendo cerveza y diseccionando las simulaciones de ese día. Era un ritual que habían
establecido once meses atrás, durante los comienzos de la formación del grupo, cuando
los cuatro se habían juntado por primera vez como la tripulación del vuelo transbordador
162. Todos los viernes a la noche, se encontraban en el Fly By Night, localizado en el
número 1 de Nasa Road, a metros del Centro Espacial Johnson, y examinaban los
avances del entrenamiento. Lo que habían hecho bien, lo que todavía necesitaban
mejorar. Kittredge, quien elegía personalmente a cada miembro de su tripulación, había
empezado el ritual. Aunque ya trabajaban más de sesenta horas por semana, él jamás
parecía tener ganas de ir a su casa. Emma había creído que la razón era que el
recientemente divorciado Kittredge vivía solo y odiaba tener que volver a una casa vacía.
Pero cuando lo conoció mejor, se dio cuenta de que esas reuniones eran, simplemente,
su manera de prolongar la excitación de adrenalina de su trabajo. Kittredge vivía para
volar. Sólo para entretenerse, leía los horriblemente austeros manuales de
transbordadores. Pasaba todos sus momentos libres en los controles de uno de los T38
de la NASA. Casi parecía que detestaba la fuerza de gravedad que ataba sus pies a la
Tierra.
No podía entender por qué el resto de la tripulación querría volver a sus hogares al final
del día, y esta noche parecía un poco melancólico porque eran sólo ellos dos los que
estaban sentados a su mesa habitual del Fly By Night. Jill Hewitt estaba en el concierto de
piano de su sobrino, y Andy Mercer había ido a su casa a festejar su décimo aniversario
de bodas. Sólo Emma y Kittredge se habían presentado a la hora señalada, y ahora que
habían terminado de desmenuzar las simulaciones de esa semana, se produjo un largo
silencio entre ellos. Se les habían acabado los temas de conversación de su profesión y,
por lo tanto, había perdido fuerza.
-Mañana me voy a llevar uno de los T38 a White Sands-dijo él-. ¿Quieres venir?
-No puedo. Tengo una cita con mi abogado. -¿Así que tú y Jack seguirán adelante con
eso? Ella suspiró.
-Las cosas ya están en marcha. Jack tiene su abogado y yo tengo el mío. Este divorcio
se ha transformado en un tren sin control. -Suena como si tuvieras dudas.
Con firmeza, dejó su cerveza en la mesa. -No tengo ninguna duda.
-¿Entonces por qué sigues usando el anillo?
Ella se miró el anillo matrimonial de oro. Con una repentina ferocidad, trató de
quitárselo, pero descubrió que no podía moverlo. Después de siete años en el dedo, el
anillo parecía haberse moldeado en su carne, y se negaba a que lo amputaran. Lanzó una
maldición y tironeó otra vez; ahora con tanta fuerza que el anillo arrancó un poco de piel
cuando se deslizó hasta el nudillo. Lo puso sobre la mesa.
-Ahí tienes. Una mujer libre. Kittredge rió.
-Ustedes dos han estado arrastrando este divorcio más tiempo de lo que yo estuve
casado. ¿Sobre qué se están peleando?
Ella, súbitamente fatigada, se hundió en la silla.
-Sobre todo. Lo admito, yo tampoco fui razonable. Hace unas semanas, intentamos
sentarnos y hacer una lista de todas nuestras posesiones. Lo que yo quiero, lo que él
quiere. Nos prometimos que íbamos a ser civilizados al respecto. Dos adultos maduros y
en calma. Bueno, para cuando llegamos a la mitad de la lista, era una guerra declarada.
Sin prisioneros. -Suspiró. En realidad, así habían sido Jack y ella siempre. Igualmente
obstinados, ferozmente apasionados. Ya fuera en el amor o en la guerra, siempre volaban
chispas entre ellos. -Sólo pudimos ponernos de acuerdo en una cosa -dijo-. Yo me quedo
con el gato.
-Qué suerte. Ella lo miró. -¿Tú te arrepientes de algo?
-¿Te refieres a mi divorcio? Jamás. -Aunque su respuesta había sido inequívoca y
desapasionada, su mirada había caído, como si estuviera intentando ocultar una verdad
que ambos conocían: él seguía lamentando el fracaso de su matrimonio. Hasta un
hombre lo suficientemente temerario como para atarse sobre millones de kilos de
combustible explosivo podía sufrir por una soledad de lo más común.
-Mira, éste es el problema, finalmente pude deducirlo -dijo-. Los civiles no nos
entienden porque no pueden compartir el sueño. Los únicos que siguen casados con
astronautas son santos o mártires. O aquellos a quienes no les importa un carajo si nos
morimos. -Lanzó una carcajada. -Bonete no era ninguna mártir. Y desde ya que no
entendía para nada el sueño.
Emma contempló su anillo de bodas, que brillaba sobre la mesa. Jack sí lo entiendedijo
en voz baja-. Era su sueño también. Eso es lo que arruinó lo nuestro, sabes. Que yo
voy y él no. Que es él quien queda atrás.
-Entonces debe crecer y enfrentar la realidad. No todos tienen la fibra necesaria.
-Sabes, me gustaría que no te refirieras a él como si fuera un rechazado.
-Oye, él fue el que renunció.
-¿Qué otra cosa podía hacer? Sabía que no lo iban a asignar a ningún vuelo. Si no te
van a dejar volar, no tiene sentido estar en el cuerpo.
-Lo rechazaron por su propio bien.
-Fueron suposiciones médicas. Tener una piedra en el riñón no quiere decir que
tendrás otra.
-Está bien, doctora Watson. Tú eres la médica. Dime esto: ¿tú aceptarías a Jack en tu
tripulación? ¿Conociendo su problema médico?
Ella hizo una pausa.
-Sí. Como médica, sí, lo haría. Lo más probable es que Jack esté perfectamente bien
en el espacio. Tiene tanto para ofrecer que no puedo imaginar por qué ellos no querían
que él estuviera allí. Puedo estar divorciándome de él, pero lo respeto.
Kittredge se rió y luego vació su vaso de cerveza. -No eres exactamente objetiva sobre
esto, ¿verdad?
Ella comenzó a discutir, hasta que se dio cuenta de que no tenía ninguna defensa.
Kittredge tenía razón. Cuando se tocaba el tema de Jack McCallum, ella nunca había sido
objetiva.
Afuera, bajo el calor húmedo de una noche de verano en Houston, Emma se detuvo en
el estacionamiento del Fly By Night y contempló el cielo. El resplandor de las luces de la
ciudad apagaba las estrellas, pero de todas formas podía distinguir constelaciones
confortablemente familiares. Cassiopeia y Andrómeda y las Siete Hermanas. Cada vez
que las miraba, recordaba lo que Jack le había dicho una noche de verano cuando
estaban acostados en el pasto, mirando las estrellas. La noche en que por primera vez se
había dado cuenta de que estaba enamorada de él. Los cielos están llenos de mujeres,
Emma. Tú también tienes que estar allí.
En voz baja, dijo: -Tú también, Jack.
Abrió su auto y se introdujo en el asiento del conductor. Buscó en su bolsillo hasta que
encontró el anillo de bodas. Al contemplarlo en la penumbra del auto, pensó en los siete
años de matrimonio que representaba. Que ahora estaba casi terminado.
Volvió a guardar el anillo en el bolsillo. Su mano izquierda parecía desnuda, expuesta.
"Tendré que acostumbrarme", pensó, y encendió el auto.
libro 2 gravedad
La Gravedad
Las relaciones de Newton
por Nathaniel Page Stites, M.A./M.S.
¿Qué es lo que causa que los objetos se caigan sobre la tierra? ¿Por qué los planetas giran alrededor del sol? ¿Qué mantiene a las galaxias juntas? Si viajase a otro planeta, ¿por qué cambiaría su peso? Todas estas preguntas están relacionadas a un aspecto de la física: la gravedad. A pesar de toda su influencia en nuestras vidas, de todo su control sobre el cosmos y de toda nuestra aptitud para describir y moldear sus efectos, no entendemos los mecanismos de la fuerza gravitacional. De las cuatro fuerzas fundamentales identificadas por los físicos - nuclear fuerte, eléctrica débil, eléctrica estática y de gravedad- la fuerza gravitacional es la menos comprendida. Hoy en día, los físicos aspiran llegar hacia la “Gran Teoría Unificada” , donde todas estas fuerzas estén unidas en un modelo físico que describa el comportamiento total en el universo. En este momento, la fuerza gravitacional es el problema, la fuerza que se resiste a la unión.A pesar del misterio detrás de los mecanismos de la gravedad, los fisícos han podido describir bastante ampliamente el comportamiento de los objetos bajo la influencia de la gravedad. Isaac Newton, el científico inglés y matemático (entre otras cosas) de los siglos 17 y 18, fue la primera persona en proponer un modelo matemático que describe la atracción gravitacional entre los objetos. Albert Einstein se basó sobre este modelo en el siglo 20 y desarrolló una descripción más completa de la gravedad en su Teoría General de la Relatividad. En este módulo, exploraremos la descripción sobre la gravedad de Newton y algunas de las confirmaciones experimentales de su teoría, que llegaron muchos años después de que él propusiese su idea original.
La Manzana
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Simulación del concepto - recrea el experimento de Galileo de dos objetos diferentes que se caen a la misma velocidad.
(Flash required)
Los Planetas
Las primeras concepciones del universo eran “geocéntricas” – localizaban la tierra en el centro del universo con los planetas y estrellas girando a su alrededor. Este modelo ptolemeico del universo dominó el pensamiento científico por muchos siglos, hasta que el trabajo de cuidadosos astrónomos como Tycho Brahe, Nicolaus Copernicus, Galileo Galilei y Johannes Kepler suplantó esta visión del cosmos. La “Revolución Copernicana” localizó al sol al centro del sistema solar y a los planetas, incluido el planeta tierra, en la órbita alrededor del sol. Este cambio importante en la percepción sentó las bases para que Isaac Newton empezase a pensar sobre la gravedad y su relación con el movimiento de los planetas.
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Figura 1: Sistema Solar |
Una Primera Teoría de Unión
Así como los fisícos de hoy en día buscan maneras de unificar las fuerzas fundamentales, Isaac Newton también buscó unificar dos fenómenos aparentemente dispares: el movimiento de los objetos que caen hacia la tierra y el movimiento de los planetas que giran alrededor del sol. El descubrimiento de Isaac Newton no fue que las manzanas caen en la tierra por la gravedad; fue que los planetas están constantemente yendo hacia el sol, exactamente por la misma razón: ¡la gravedad!. Newton se basó en el trabajo de astrónomos anteriores, en particular de Johannes Kepler, quien en 1596 y 1619 publicó sus leyes del movimiento planetario. Una de las principales observaciones de Keppler era que los planetas se mueven en órbitas elípticas alrededor del sol. Newton expandió la descripción de Kepler del movimiento planetario para llegar a la teoría de la gravedad.
La Ley de Gravedad Universal de Newton
La característica esencial de la Ley de Gravedad Universal de Newton es que la fuerza de la gravedad entre dos objetos, es inversamente proporcional a la raíz cuadrada de la distancia que los separa. Esta relación es conocida como la relación de la “raíz cuadrada invertida”. Newton derivó esta relación de la afirmación de Kepler de que los planetas se mueven en órbitas elípticas. Para entender esto, considere la luz que irradia desde la superficie del sol. Esta luz tiene alguna intensidad en la superficie del sol. A medida que la luz se aleja del sol, su intensidad disminuye. La intensidad de la luz a cualquier distancia del sol es igual a la fuerza de su fuente, dividida por el área de la superficie de la esfera que rodea el sol en ese radio.A medida que la distancia del sol (r) se duplica, el área de la esfera alrededor del sol se cuadruplica. De esta manera, la intesidad de la luz del sol depende de manera invertida de la raíz cuadrada de la distancia del sol. Newton creía que la fuerza gravitacional radiaba igualmente en todas las direcciones del cuerpo central, tal como la luz solar en el ejemplo previo. Newton reconocía que este modelo gravitacional debía tomar la forma de una relación de raíz cuadrada invertida. Este modelo predice que las órbitas de objetos que rodean un cuerpo central son secciones cónicas. Muchos años de observaciones astrónomicas han sostenido esta tesis. A pesar de que esta idea es comúnmente atribuida a Isaac Newton, el matemático Inglés Robert Hooke argumentó que el inventó la idea de la relación de la raíz cuadrada invertida. Sin embargo, fue Newton el que finalmente publicó su teoría de la gravedad y se hizo famoso.
La relación que Newton descubrió se parece a esto:
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Figura 2: La Ley de Gravedad Universal de Newton |
Midiendo la masa de la tierra: el experimento de Cavendish
En 1797 y 1798, Henry Cavendish confirmó la teoría de Newton y determinó la constante de la proporcionalidad en la Ley de Gravedad Universal de Newton. Su ingenioso experimento, basado en el trabajo de John Michell, tuvo éxito en los dos aspectos. Para alcanzar esto, Cavendish creó la "balanza de torsión," que consistía en dos masas a cada lado de una barra que estaba suspendidad del techo con un delgado cable (ver Figura 3). | |
Figura 3: La balanza de torsión, inventada por Michell y Cavendish para determinar la constante de la proporcionalidad en La Ley de Gravedad Universal de Newton. |
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Figura 4: Constante Gravitacional |
Por consiguiente, poniendo esta ecuación igual a la Ley de la Gravitación Universal de Newton ya descrita, Cavendish encontró:
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